«¡A fregar!»; «a ver quién cuida ahora a los hijos»; «¡que esto no es un concurso de belleza!». El coro de letanías machistas no se escuchó en la tribuna de ningún estadio de fútbol, con una mujer vestida de árbitro, ni tampoco ante el semáforo de ninguna gran ciudad, con una conductora al volante de un taxi. Quienes interpretaron esta colección de improperios de baja estofa llevan chaqueta y corbata, son cargos públicos y, además, se dicen socialistas. El escenario de tan deplorable espectáculo fue el reciente Consejo Nacional del Partido Socialista francés (PS), donde la comidilla fue la declaración de intenciones presidenciales de Segolene Royal a la revista «Paris-Match». «Seré candidata si soy la mejor colocada y el partido me lo solicita porque puedo hacerle ganar», afirmaba Royal, «febril y excitada como una adolescente» (la acotación es de otro preboste del partido). Una aparición cuidadosamente orquestada, la misma semana en que se publica una biografía elogiosa sobre ella titulada «Madame Royal», para imponerse en la carrera de aspirantes del PS al Elíseo.
De 52 años y probada capacidad como ministra (ocupó las carteras de Medio Ambiente, Enseñanza escolar y Familia en el Gobierno de Lionel Jospin), Royal, presidenta de la región Poitou-Charentes y diputada, tiene dos importantes hándicaps. El primero, es atractiva, y de ahí la befa sexista sobre el concurso de belleza que se permitieron Jack Lang, ex ministro, y Jean Luc Melenchon, senador. El segundo, es la compañera sentimental del primer secretario del PS, François Hollande, con quien tiene tres hijos. Lo que propició la desfasada chufla de Laurent Fabius, ex primer ministro y que ahora se hace pasar por el ala izquierda del partido: «A ver quién cuida ahora a los hijos».
Este guirigay es sólo una consecuencia de la apolillada y enmohecida realidad de la política francesa, donde la edad media de diputados y senadores roza la jubilación y el sistema por circunscripciones convierte a los representantes del pueblo en una especie de notables de provincia con cargos casi vitalicios. Francia, el país de la «égalité» y la «fraternité», el de las grandes conquistas sociales, el que da clases de tolerancia al resto del mundo, tiene un 12,1 por ciento de diputadas en la Asamblea Nacional. Exactamente la mitad que países de la escasa tradición igualitaria de Afganistán o Iraq, cuyos nuevos Parlamentos cuentan con un 25 por ciento de representación femenina.
Los líderes socialistas achacan con razón a Segolene Royal falta de preparación en cuestiones internacionales y económicas, claves de la campaña de 2007. Una bisoñez ante los números que nadie, sin embargo, reprochó a Dominique de Villepin antes de recibir el bastón de mando del Gobierno, igual que no se ha criticado al primer ministro por hacer de su atractivo físico un arma comunicativa, como cuando lució su esbelta figura en bañador, antes de la escuela de verano de la UMP.
Indelicadezas que no llegan únicamente por parte de los machos alfa del socialismo galo, sino también del periodismo. La semana pasada, en directo en la radio pública gala, Segolene Royal se negó, indignada, a responder si pedirá autorización a su marido para luchar por la candidatura socialista a las elecciones de 2007.
Sin embargo, «Zapatera», apodo que recibió en 2004, durante la campaña de las regionales, en referencia a la victoria del PSOE en España, está más que curtida en política. Ex consejera de Jacques Delors y del ex presidente François Mitterrand, ha conseguido construirse un perfil propio (y diferenciado) del resto de la jerarquía socialdemócrata. En la carrera suicida de los dirigentes socialistas por ganarse los favores de la extrema izquierda y recuperar un voto obrero pasado desde hace lustros a la extrema derecha, Royal es quizás la única capaz de representar un puente entre el electorado moderado de centro izquierda y los valores de una gran porción del electorado conservador, con un perfil equivalente al de Cristina Alberdi cuando militaba en la dirección del PSOE. Royal se ha erigido en defensora de las familias, de los derechos de las mujeres y la infancia, ha expresado sus dudas sobre el matrimonio de homosexuales y cultivado con una mano su imagen de «mamá de clase media», mientras con la otra esta hija de militar daba pruebas de severidad para imponerse en la selva masculina de la política.
Sus detractores tienen sobradas razones para amojamar el semblante. Un sondeo del «Journal du Dimanche» coloca a Segolene Royal como segunda candidata socialista preferida por los franceses y por los simpatizantes socialistas, sólo por detrás de Jack Lang.
El revuelo socialista por el despertar de Segolene ha encontrado eco en la orilla conservadora, con el paso adelante de la ministra de Defensa, Michele Alliot-Marie, decidida a «interpretar un papel de primer plano» en la campaña presidencial. Una llamada de atención femenina que ha agitado la Prensa ante la posibilidad de que (finalmente) una mujer sea candidata de un gran partido a la elección presidencial.
«Madame Royal» y el machismo socialista
Me entero por Teresa desde su Speaking in silver