DE vergüenza no sé, quizá también. Pero desde luego que de memoria colectiva andamos cortitos, y sin agua. Menos demagogia de la Memoria Histórica es lo que hace falta aquí, y más memoria de la historia más reciente. De aquellos terribles días de julio mismo, no tan lejanos, cuando la ETA había secuestrado a Miguel Ángel Blanco y amenazaba con asesinarlo si el Gobierno no acercaba a los presos terroristas a las cárceles vascongadas.
España estuvo horas y horas paralizada, conmocionada, con un nudo en la garganta. Hecha una piña con quienes se tenían que hacer un nudo en el corazón para no claudicar ante el chantaje de los asesinos, por mucho que amenazaran con quitar la vida a un inocente. No estuve en el castillo de Tarifa cuando los moros llegaron a decirle a Guzmán el Bueno que matarían a su hijo, que tenían preso, si no entregaba la plaza, pero me lo imagino. En aquellas horas, todos los españoles estuvimos en cierto modo dentro del castillo de Tarifa, escuchando los atambores y chirimías de unos bárbaros que anunciaban que matarían a Miguel Ángel Blanco si no entregábamos la plaza del Estado de Derecho, abriendo sus murallas y sus cárceles. La plaza no se rindió. Prevaleció la ley. Al precio de una vida. Eran las tres de la tarde cuando por las radios de la congoja supimos que en un pinar había aparecido un cuerpo humano con un tiro en la nuca, y que aún mantenía un hilo de vida. Era Miguel Ángel Blanco. Era Ermua y su espíritu, que en menos de horas veinticuatro pasamos del castillo de Tarifa a la plaza de Fuenteovejuna, todos a una contra los asesinos separatistas.
Les recomiendo seguir leyendo Ermua nunca existió, magnífico artículo de Antonio Burgos en el diario ABC.
Pues el problema es que sí existió. Y muchos nos acordamos.
El artículo de Antonio Burgos es excelente.
Lo que está haciendo este desgobierno es simplemente incalificable.
Si la voracidad por el poder es tan grande como para apoyarse sobre las muertes de 1200 personas inocentes, si los asesinatos de ETA, si el 11-M valen menos que el culo de Rodríguez apoltronado en el sillón de la Moncloa, creo que el grave problema que aqueja al gobierno es la AMORALIDAD.
Y el problema que aqueja al pueblo español es que lo consiente.