Ayer, la NASA pudo volver a respirar tranquila. El trasbordador Discovery logró despegar sin importantes problemas (en investigación el desprendimiento de la nave de dos objetos aún no identificados).
Según dice el administrador de la NASA Michael Griffin: «Lo que está en juego en este vuelo es la esperanza que tiene la gente en el futuro«.
Es decir, las actuaciones burocratizadas de una administración estatal anquilosada y politizada, representan las esperanzas de los americanos, de la humanidad, en el futuro.
Los grandes logros que los seres humanos podamos alcanzar fuera de nuestro hogar natural, la Tierra, no deberían depender de un buró que se mueve al son político y que va cambiando sus objetivos conforme se va reponiendo el ocupante del sillón presidencial de la Casa Blanca.
En un campo en el que son más visibles y vistosos los progresos y avances de los seres humanos, se da una curiosa paradoja. Y es que, donde es importantísimo la creatividad –si bien, en toda actividad es importante-, más regulación hay. En lugar de ser un sector abierto, transparente, donde la competencia es el juego del día adía, nos encontramos con la National Aeronatuics and Space Administration. En lugar de capitalismo, sufrimos un socialismo administrado con dosis de «esperanza de la humanidad«, «sueño de América«, etc etc.
¿Dónde estaríamos con una industria libre? ¿En qué planeta? ¿Cuántos recursos se hubieran ahorrado? ¿Cuántos proyectos inimaginables se hubiesen intentado? ¿Cuántos habrían tenido éxito? De momento, sólo podemos esperanzarnos contemplando los nuevos proyectos privados y libres de toda ineficiente intervención gubernamental. Como este: