Una sociedad en la que los individuos que la conforman sólo atienden a sus intereses particulares deja de ser «sociedad». Una sociedad en la que un principio supremo, el Estado, asume la responsabilidad sobre los intereses de todos, no es una sociedad libre. Las políticas de asistencia social exageradas sólo tienen un efecto final: los administrados pierden la noción de «responsabilidad individual».
De acuerdo que, partiendo de condiciones desiguales es imposible hablar de competitividad pura. Sería absurdo poner a competir a un corredor con una pierna rota frente a otro sano, y más aún aplaudir al último cuando gana. Si embargo no podemos olvidar las reglas del libre mercado. Sólo bajo la premisa del respeto a esas reglas pueden los paises pobres alcanzar el desarrollo deseado. Sólo cuando existe la necesidad de «salir del hoyo», somos las personas capaces de mejorarnos. Ello no es posible si el Estado subvenciona el fracaso o la inactividad. La redistribución pura no es, pues, la soluciópn a los problemas. Pero simplemente admitir que hay ganadores y perdedores, tampoco.
No todos los pobres son culpables de su situación, pero ellos han de poner todo lo posible de su parte para mejorarla. No todos los ricos lo son por mor de su trabajo y tesón. No existen las recetas fáciles para este problema. Pero lo que está claro es que ni el egoismo ni la envidia ayudarán a solucionar los problemas del mundo.
Qué ocurre con la ayuda al desarrollo? Los dirigentes de esas naciones desean efectivamente mejorar las condiciones de vida de su pueblo? Terminan las ayudas en manos de una pequeña clase de privilegiados? Se gastan el dinero en armas? Los ricos son necesarios en toda sociedad, ya que sólo los fuertes son capaces de generar trabajo y consumo.
En vez de acudir siempre al Estado (en este caso al G-8), no se deberían descuidar las posibilidades de la iniciativa privada. Aquí y allá oímos la exigencia, absolutamente correcta, de fomentar el llamado «comercio justo» con los países más pobres, por ejemplo. En vez de más Estado, menos Estado es a menudo más social. Debemos buscar soluciones nuevas, pues colgar el «san benito» a los paises ricos es tan mala solución como pretender suprimir el tema de la pobreza del orden del día, amparados en los principios de la responsabilidad individual.
Una explicación de porqué aplicamos en la política máximas ideológicas en lugar de analizar lo más pragmáticamente posible cada caso, podría ser le falta de criterio de la política en sí misma. La mayor parte de los políticos, cuando hacen política, parece que estén usando una regadera de dimensiones planetarias. Si subimos los impuestos, se los subimos a todos. Pero a los ricos más. Curioso, pues un Estado con «sentido común» debería fomentar, es decir facilitar la formación de riqueza para que ésta produzca resultados, p. ej. puestos de trabajo. Del mismo modo deberíamos empezar a pensar en distinguir un hombre realmente necesitado de un podrido defraudador. La política, por esclava de las ideologías, no encuentra sino respuestas generales, demasiado inconcretas, alejadas de todo discernimiento, sólo preocupada por acallar las conciencias de aquellos a quienes representa.
Un rico que debe su riqueza a la bolsa, a sus abuelos o a su trabajo y diligencia está interesado en conservar para sí la mayor parte posible de esa riqueza y considerará injusta cualquier forma de redistribución. Un pobre tiene interés en mantenerse el mayor tiempo posible asistido a nivel social y considerará injusto que le retiren las ayudas, las familias tienen interés por que les sea reconocido el resultado de su esfuerzo por educar a los futuros mimbres de la sociedad, solicitando más derechos que quien sólo mantiene un perro faldero. Estos intereses particulares, los intereses de grupo y otros intereses y las formas más o menos egoístas de defenderlos se encuentran abstractamente proyectados también en los países. Así pues, es «normal» que en los países africanos se vea como natural el hecho de que la culpa de su pobreza radique en «los otros países» (la explotación colonial, el imperialismo capitalista) pero nunca en ellos mismos.
Si se aplicasen políticas más diferenciadas, con mayor resolución, nos acercaríamos un poco más a soluciones reales. Pero seguiríamos sin hallar una solución de verdad, para todos, puesto que cada grupo pondría aquí y allí sus condiciones, sus mínimos, sus recortes. Hoy en día se hace política a nivel mundial exactamente igual que a nivel nacional o local. Esto es: quienes están arriba adoptan aquellas medidas que favorecen al grupo de interés que representan. A nadie más.
Va siendo hora de aplicar soluciones nuevas a los viejos problemas de este mundo. Fomentar las leyes y propuestas del comercio justo es mucho mejor medida que hacer regalos de dinero con los que enriquecer aún más a los dictadores de la zona. Eliminar los aranceles aduaneros a los productos africanos reporta más beneficios a Africa que lo que pueden recaudar un puñado de titiriteros occidentales desde sus opulentos hoteles mientras se atiborran de champán entre canción y canción. Hipócritas!
Les dejo con un par de enlaces y un pensamiento: no existen soluciones fáciles para problemas complejos y , de haberlas, están en manos de los genios. Tal vez alguno esté leyendo, ojalá, ya que el que escribe no lo es.
Daimnation!: «Why Africa is poor»
World Press: «Zimbabwe: Mugabe’s Terror Campaign»
Statler & Waldorf: «Making Poverty History?»
The Zimbabwean: «Make dictatorship history»
Tomania: «Artistas sin sentido del ridículo»
HispaLibertas: «Live 8»
Radicalmente Liberal: » Abdoulaye Wade»
Areopagítica: «Huida a medianoche«
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JClavijo,
como he vivido muchísimos años en lo que suele llamarse «tercer mundo», voy a tratar de contestarte:
El problema de dichos países radica en la desidia de su pueblo, en la corrupción de los dirigentes y en los fallos tremendos en la educación.
Hay países como Argentina, que hace 100 años era el séptimo país más rico del mundo, y hace 50 años decidió que era más «guay» entrar en la senda del populismo, del redistribucionismo, y del clientelismo político. Total, eran «el granero del mundo». Creyeron que la riqueza no se iba a acabar jamás. Y así llegaron a donde están. Y que conste que existen muy pocos países que cuentan con más riquezas naturales que Argentina.
No fueron dominados por nadie, excepto por su propia estupidez y su soberbia. La misma estupidez y la misma soberbia que hoy se enseñorea en Venezuela. Otro país riquísimo en recursos naturales, que se desbarranca sin remedio, gracias a Hugo Chávez y sus secuaces.
Por el contrario, Chile, que es un país mucho más pobre en recursos naturales, ha logrado diversificar su producción y transformarse en un país que sólo exportaba cobre, a competir en varios segmentos del mercado agrícola con Argentina («el granero del mundo»), desbancándola definitivamente del mercado vitivinícola. Del que hace 30 años era 4to. productor mundial. También compite en frutas y hortalizas. Y si tuvieran más territorio, pronto competirían también en trigo y otros cereales.
Mientras Chile desarrolla sus mercados en Asia, afianza su relación con Estados Unidos e intenta ingresar en el NAFTA, Argentina se debate entre el ser y la nada, entre discursos huecos contra el imperialismo yankee e hipotéticas asociaciones imposibles con el venezolano Chávez, el brasileño Lula y el cocalero boliviano Evo Morales.
Mientras los chilenos desde hace 25 años vienen aumentando de manera constante su nivel de vida, los argentinos van en un declive que parece no tener fin.
Y esto sólo tiene 3 explicaciones:
-la desidia del pueblo argentino (venezolano, ¿español?) para ejercer su libertad, porque han renunciado a ella hace muchos años, cuando decidieron que era más cómodo que el Estado tomara las decisiones por ellos. Y así oscilaron entre dictadores corruptos de opereta que tan pronto eran fascistas, como coqueteaban con el terrorismo marxista (Juan Domingo Perón), los gobiernos militares a veces sangrientos, gobiernos socialistas sin rumbo, sin oficio ni beneficio, y la más cruda anarquía, para terminar cayendo nuevamente en las manos de inescrupulosos y corruptos.
-la corrupción de sus dirigentes, que han aprovechado el caos institucional y la desidia del pueblo para engordar sus cuentas bancarias en paraísos fiscales, mientras sus gobernados se iban sumiendo en la pobreza. El lema de ellos es «después de mi, el diluvio».
-las graves falencias de los sistemas educativos, que no buscan la excelencia, sino mantener en la ignorancia a los gobernados, para poder seguir arreándolos como si fueran ganado. Igualar para abajo, porque si permitieran que el nivel educativo se elevara, el pueblo no toleraría ni un minuto más ser gobernado por estos dirigentes impresentables. Y los que a pesar de todo destacan, terminan emigrando… generalmente a Estados Unidos…
jclavijo:
a tu primera pregunta: toda.
a tu segunda: el mercado libre de verdad busca la mano de obra allí donde los costes son menores. Sin el intervencionismo de los píases mercantilistas y las dictaduras monolíticas, muchas empresas ya habrían cerrado aquí y abierto en Senegal, por ejemplo, generando puestos de trabajo que permiten poder adquisitivo para comprar bienes.
a tu tercera: sí, y es un grave error, sólo explicable por el hecho que comento en mi post: la política defiende SOLO los intereses de quienes la mantienen.
Luis:
¿Qué capacidad de autodeterminación otorgas a los países que hemos convenido en llamar del Tercer Mundo?
¿Acaso el mercado no teje redes de desigualdad estructurales que impiden un desarrollo pleno de esos países? «Te compro materias primas y te vendo el producto terminado»
¿Acaso los intereses económicos no determinan decisiones políticas? «un pueblo políticamente dominado es incapaz de desarrollarse plenamente». «Ni siquiera es capaz de dotarse de bienes de equipo con los que transformar su materia prima»
Simplemente, la heterodeterminación -otros decidieron y deciden por ellos- es germen de su subdesarrollo.
No es una cuestión sólo de «desidia», un término exagerado a mi entender.
No se trata de intervención, se trata de canalizar los frutos de la corresponsabilidad, y eso sólo si los miembros de la sociedad así lo deciden. Piensa que la iniciativa privada también puede asumir esas funciones.
De ti me interesaba más si considerabas útil cierto nivel de intervención. Lo otro te lo supongo.
Copy, si me preguntas a mí, la respuesta es clara: sí.
Jclavijo:
En el primer párrafo Luis parece reconocer la conveniencia aunque sea tácitamente de la asistencia social, pues solo pone pegas a la que considera exagerada. Para poder enmarcar el debate, ¿crees que el sistema económico más adecuado es el capitalista?
estimado jclavijo, caes con tus preguntas en lo que denuncio en mi entrada: lageneralización por la vía de la ideología.
Yo preguntaría:
Puede ser que la pobreza de muchos sea fruto de su desidia?
Si es así, tiene sentido conservar el sistema?
Si es así, qué grado de culpabilidad tiene vuestro proclamado redistribucionismo asistencial?
No se fomenta el conformismo y la desidia?
No fué el estatalismo de ayer y hoy el causante, vía intervencionismo, del paro y la institucionalización de la pobreza?
Un planteamiento de base: ¿Puede ser que la riqueza de los unos sea resultado de la pobreza de los otros?
Si es así, ¿tiene sentido conservar el sistema?
Si es así, ¿qué grado de culpabilidad tiene vuestro proclamado liberalismo económico?
¿No se parte de una injusticia de base?
¿Fue el imperialismo de ayer y sus causas de hoy resultado de la alada imaginación de vuestros odiados estatalistas?