El empobrecimiento de la población, el paro y el desengaño conducen inevitablemente, por las vías del populismo, a la radicalización extremista de las opciones políticas.
Es una perogrullada, pero que conviene repetir de vez en cuando, dado que la mayoría de las personas tienen una tendencia patológica al «olvido voluntario». Más aún, teniendo en cuenta que los políticos, en la ceguera propia de su «convencimiento», al parecer pierden la capacidad de observar determinados fenómenos con perspectiva.
Uno de los pesos pesados del «ala izquierdista dura» del SPD alemán, Oskar Lafontaine, abandona el partido. A disfrutar de la pensión? No. A dar vida a una nueva formación que nace hibridando lo peor del régimen comunista en la antigua DDR y los últimos residuos del marxismo exacerbado de la Alemania occidental. Nostálgicos, dirán algunos. Se equivocan.
La unión del PDS (heredero directo del SED, órgano político del régimen comunista en la Alemania del este) y el WASG (Alternativa de votantes por la Justicia social) genera una fuerza política que obtendría hoy, directamente, entre un 8 y un 10% de los votos germanos. Los observadores políticos alemanes le otorgan un techo de entre el 15 y el 20% en unas elecciones generales. Casi nada! El pueblo alemán ya puede ir preparándose para asistir impotente a la condonación tácita, manu votandi (lic. poética), de unos cuantos criminales del antiguo régimen de la DDR. Ex-dirigentes del STASI (la SS de Hoenecker), ex-militares al mando de puestos de «tiro al disidente huidizo» en el muro de la vergüenza, antiguos jefes de distrito del aparato comunista (los encargados de dar los chivatazos al STASI) ocuparán muy pronto escaños en el Bundestag. Las loas de agradecimiento a la coalición rojo-verde (SPD-Grünen) y sus políticas serán cantadas por los siglos de los siglos.
Pero ésa es sólo una parte del problema. Tras los resultados electorales del pasado fin de semana en Renania del Norte-Westfalia, también asistimos a una reorganización de la extrema derecha.
Los chicos neofascistas (hoy en día no vamos a ninguna parte sin el «neo-«) del DVU y NPD están dialogando con vistas a reunificar bajo unas solas siglas a todos los amantes del «Deutschland über alles». Son los que en sus campañas electorales abogan por la expulsión de todos los extranjeros, por la recuperación del orgullo militar prusiano, por la imposición por ley de los «valores germanos», por la estatalización de la banca,…les suena a algo?
No han pasado tres días desde la debacle del SPD en Renania y ya están sonando las sirenas de alarma! Lo cierto es que se veía venir. Lo cierto es que es hipócrita hacer de los resultados de unos comicios regionales responsables de los fenómenos descritos. La verdadera causa son los ocho años de decadencia ininterrumpida a la que nos tiene sometidos el Gobierno de este país. Lo del Domingo no sido más que la gota que colma el vaso. Curiosamente el vaso de la paciencia de los radicales, de los populistas, de los comunistas, de los fascistas,… de quienes saben que el terreno está abonado para dar una vuelta más de tuerca a las políticas intervencionistas y liberticidas. Eso sí, todo en nombre del bienestar del pueblo, como siempre. Está claro que no aprendemos nunca.
Y hablando de aprender. Se imaginan las consecuencias de ocho años de «detenciones ilegales», diretes sobre un 11M, mentiras sobre «paz en el País Vasco», ataques a Carrillos, ataques a Píos Moras (por cierto, dónde están los titulares?), manifestaciones boicoteadas, enfrentamiento sectario entre políticos, involución guerracivilista y todo ello aliñado con una buena dosis de malos resultados económicos, encarecimiento de los costes salariales, cierre de empresas y aumento del paro?
Bueno, aquí lo llamarán «efecto Zapatero», pero ya será demasiado tarde.
¿Cuántos testigos quedan en Alemania del antiguo regimen de la RDA? ¿Menos que de la Alemania nazi? ¿Nadie ha explicado a Lafontaine aquella realidad?