No. Me niego rotundamente a aceptar cualquier intento de clasificación político-taxonómica al uso. Ni soy reccionario de derechas, ni un submarino de la izquierda, ni un amarillista convencido, ni un sectario peligroso, ni un oficialista servil y, ni mucho menos, un imbécil sin conciencia.
Sin embargo he de reconocer que, como no podía ser de otra forma, tampoco soy apolítico.
El Estado-Nación es uno de los productos que la Modernidad dejó en herencia al mundo. Sin embargo, a medida que la Modernidad se transforma y evoluciona, se transforma el concepto de Estado-Nación, el cual se ha visto afectado por los cambios en la economía mundial, en los medios de comunicación y en la sociedad civil.
La democracia que se ejerce en Occidente es una democracia mal llamada liberal: una forma de dominio democrático que equilibra el principio de gobierno limitado y el de elecciones competitivas y regulares, caracterizada por un gobierno constitucional basado en reglas formales y legales; la garantía de libertades civiles, y derechos individuales para todas las personas; la fragmentación de las instituciones (sistema de pesos y contrapesos); la celebración de elecciones regulares (una persona, un voto, un valor); la competencia entre partidos y pluralismo político; un gobierno independiente de intereses y grupos organizados; una economía de empresa privada organizada mediante líneas de libre mercado. Al menos eso es lo que dice la teoría. Y justamente porque tal definición no se ajusta a la realidad tomo “partido” y denuncio la inexistencia de una división clara de poderes, la deslealtad en la competencia entre partidos, el empobrecimiento del pluralismo político (reducido a bipartidismo en la mayoría de los casos) y la manifiesta falta de independencia de los gobiernos, vengan éstos de donde vengan.
Qué diferencias existen entre personas « políticamente interesadas » y los « políticos » ?
Por qué razón se convierte alguien en « político » ? Les dejo una cita de James Madison con la que coincido plenamente :
«Representative appointments are sought from 3 motives: 1. Ambition. 2. Personal interest. 3. Public good. Unhappily, the two first are proved by experience to be most prevalent. Hence, the candidates who feel them, particularly the second, are most industrious and most successful in pursuing their objects; and forming often a majority in the legislative Councils… How easily are base and selfish measures masked by pretexts of public good…?»
Por supuesto que son necesarios otras condiciones para que alguien llegue a un cargo político. La más importante es la aceptación de esa persona por un grupo de otras personas. Grupo que delega la representación de sus intereses en el “político”. Éste a su vez se une a quienes considera semejantes formando así un grupo “interesado” que defiende los “intereses” de otro grupo mayor de individuos. La meta final es alcanzar el Gobierno de una Nación.
El Gobierno, el Estado, son conceptos casi metafísicos para la mayoría de las personas. Hablan de lo que ha hecho el Gobierno, el Estado, exactamente igual como lo harían si el autor de los hechos referidos fuese Dios. O una deidad al uso, vaya. Gobernar una Nación es casi como ser Dios.
Pero no podemos olvidar que los políticos no son más que una parte de la clase política. De toda la escenografía política, sólo vemos la parte más pequeña y menos importante: los actores de la política. Sin embargo, en esta “obra” como en todas, el autor, el director y los coreógrafos son mucho más interesantes: ellos son los opinadores profesionales y sus dictámenes en los medios de comunicación, los pensadores y estrategas del Estado, los ejecutores reales de la política, que no son otros que los burócratas y los funcionarios. Ellos son los verdaderos Dioses de la democracia moderna.
Mientras, los « actores-políticos » intentan comprar nuestro voto con sus promesas electorales, sus ideologías particulares. Estoy totalmente de acuerdo con Henry L. Mencken en su clasificación de ciudadanos: los que trabajan para vivir, de un lado, y los que votan para vivir, del otro. Y ello es así porque a los partidos políticos no les queda más remedio, si quieren alcanzar el poder, que defender los intereses particulares de sus votantes, ponerles de algún modo en ventaja. Y ello contradice de forma gravísima mi forma de entender la política. Sí, mi forma liberal de entender la política.
Los objetivos de los partidos políticos no son compatibles con las intenciones del liberalismo. No es posible defender al mismo tiempo los intereses particulares de un partido y el programa universalmente válido del liberalismo. El liberalismo y el partidismo se excluyen mutuamente.
Los partidos se encuentran en una paradójica situación: han de contemplar los intereses de una minoría, su grupo de representados, meta sólo alcanzable si se obtiene la mayoría de los votos. La propaganda política puesta en marcha para conseguir tal objetivo, por tanto, no puede ser en ningún modo honesta, sino basada inevitablemente en el fraude y la ilusión. Cómo sería posible si no, publicitar exitosamente entre una mayoría las ventajas de los intereses de una minoría? Ello conduce a la decepción de muchos electores que observan cómo se van dejando de lado sistemáticamente la mayoría de las promesas electorales.
Se acusa al liberalismo de ser una corriente que también defiende intereses particulares. Desde la existencia del liberalismo clásico, se viene afirmando que el liberalismo es la ideología política del capital. Sin duda que, en una sociedad liberal, el capitalismo se vería arropado en sus intereses. Pero no serían los únicos beneficiarios. La historia del capitalismo en occidente pone de manifiesto que la renta de todos los estratos sociales (empresarios, propietarios, trabajadores) ha aumentado en valores absolutos frente a los fracasos económicos de otros modelos de sociedad. Dónde está el problema, pues? Muy fácil: la mayoría de los capitalistas no son liberales. La mayor parte de los empresarios sienten pánico ante la libre competencia y no dudan ni un minuto en mendigar favores y subvenciones a los políticos. Éstos, claro, aumentan a cambio su poder.
Los empresarios no triunfan en el mercado hasta que reconocen y cubren de manera óptima las necesidades de sus clientes. El libre mercado se basa en una filosofía de servicio; la política, por el contrario, se basa en la administración del poder. Los empresarios aprenden con su actividad, cómo reccionar ante la demanda rápida y eficazmente; los políticos actúan y modifican a su antojo las condiciones de demanda. El empresario considera su empresa como objeto adaptable, la sociedad es para él un molde no rígido al cual debe adaptarse. El político se dedica a poner corsé a la sociedad, de manera que sus reacciones sean más previsibles, mejor gobernables. Pero esto es sólo la teoría de lo que debiera ser. Moldear la demanda, dirigirla, gobernarla es siempre más atractivo que servirla. Es por eso que gran parte del empresariado occidental no comulga con los principios del liberalismo político y, si me apuran, tampoco con los del liberalismo económico.
El liberalismo es una ideología incómoda no sólo para los empresarios, sino también para otras capas de la ciudadanía, desde los artistas hasta los profesionales libres, quienes se han acostumbrado a disfrutar de las subvenciones y limitaciones de la libre competencia impuestas por el Estado benefactor. En estas condiciones, no es asombroso que el liberalismo carezca de apoyos significativos en las sociedades occidentales.
Y si ello es así, qué diantres hacemos los que nos autodenominamos liberales aquí ? Muy fácil : seguiremos argumentando, razonando, demostrando, objetivizando. Y lo seguiremos haciendo frente a todo aquél y todo aquello que suponga limitar las libertades de los individuos, que suponga no reconocer la riqueza de la pluralidad y lo excepcional. Hoy frente a unos, mañana frente a los otros.
¡Cuidado! los poderes fácticos en España podrían estar pasando por una situación comprometida. Si a la severa crisis económica que afecta tan duramente a los trabajadores y a los económicamente más débiles, le añadimos toda esa maraña de corrupción que de momento afecta en gran medida al Partido Popular, pero, fíese usted de la Virgen y no corra, porque santos varones en política, se pueden contar con los dedos de una mano y sobran dedos; los trabajadores y jubilados que votan al bipartidismo oficial; PP y PSOE, y aquí está el peligro al que hacía referencia, podrían empezar a darse cuenta de que con estos dos partidos políticos alternándose en el poder desde que a este país llegó la «democracia», solo han recibido hostias como hogazas, lo cual, podría dar pie a que en un futuro muy cercano, muchos de esos votos provenientes de trabajadores y jubilados, que ahora tienen prácticamente cautivos entre PP y PSOE y que son millones, pudieran ir a parar a otros partidos hasta ahora ignorados, pero que al ser de verdad de izquierdas, están más comprometidos con los derechos sociales
Da la impresión, de que el actual poder establecido, necesita de algún ingrediente embrutecedor más para seguir aborregando al pueblo, porque con fútbol a tutiplén, programas de cada vez más obsceno cotilleo en televisión y rancia e inquisidora religión, ya no es suficiente. No es que no me guste el fútbol como deporte, lo que me jode y de que manera, es la espúrea utilización que los poderes fácticos hacen de él. En cuanto a los programas de televisión citados, los considero de tal mediocridad y mal gusto, que son, además de un insulto a la inteligencia, armas de destrucción masiva para las neuronas y debería estar prohibida su programación por la Convención de Ginebra. Y sobre el atrofiante monoteísmo religioso, que se puede decir, pues como mínimo, que ha sido y sigue siendo una de las más importantes drogas que existen para someter a los pueblos. En mi opinión, el fútbol debe verse en televisión con el sonido apagado, para librarse de oír las muchas barbaridades que sueltan por su boca los llamados comentaristas deportivos. Que, con tanto ensalzar a algunos futbolistas calificándoles casi de dioses, tienen ya mosqueadisimo al mismísimo Yahvé, porque como él no juega al fútbol y por consiguiente, no marca goles, teme seriamente perder su puesto de Dios absoluto. De los programas del corazón, huya el espectador como de la peste, porque provocan el genocidio de neuronas cosa mala. Y de las religiones, sobre todo las monoteístas, que nada bueno le ha aportado a la humanidad, la misma receta que en el caso anterior, salir corriendo y no parar, para mantenerlas siempre lo más alejadas posible.
Yo, por eso de la higiene mental y a título personal, recomiendo ver canales como NATURA y aquellos programas de carácter educativo que se emiten en otra cadenas. Recomiendo también ver programas de humor inteligente, como los que emite a diario la SEXTA; El INTERMEDIO de Wyoming; SE LO QUE HICISTEIS con Ángel Martín y Patricia Conde; LA TIRA; QUÉ VIDA MÁS TRISTE; SALVADOS… Y, por supuesto; BUENAFUENTE, que para mí, como ya soy viejito, presenta un serio problema por lo tarde de su emisión, ya que me quedo dormido y a lo más que llego, es a ver y oír en ocasiones el monólogo con el que comienza el programa. Señores de la SEXTA, pensando en la tercera edad, ¿no se podría emitir a una hora más temprana el programa de Buenafuente? Ahí les dejo esta inquietud.
CHE-CHU
El artículo es ciertamente bueno y correctamente argumentado…desde tu particular y legítimo punto de vista. Yo jamás pondré a Esperanza Aguirre ni mucho menos a Cánovas como ejemplos de liberales, y menos aun al segundo, pero si creo compatible la dedicación a la política con la defensa de los principios e ideas liberales. Política es servilismo, si, mas aun en España donde se llega al absurdo de sancionar a un diputado por ejercer su libertad de voto en el Parlamento ( no entendemos a los ingleses, y menos aun a los americanos…parece ), pero eso no desacredita o inhabilita a un liberal para hacer política desde un partido. Más bien habría que revisar desde cual y en que medida, porque hacerlo desde uno que ni siquiera se autodenomine liberal ya lastra sobremanera. Y habría que revisar también, abundo en ello, el modelo de democracia…
Enhorabuena por el artículo, Luis. Suscitas montones de cuestiones de interés, que merece la pena comentar -lo haré, con tiempo y en mi sede habitual-. Convengo contigo en que lo que hoy llamamos «democracia» no es la vieja democracia «liberal». El régimen ya no es liberal, ni puede serlo, como tuve ocasión de apuntar en alguna ocasión.
En la democracia de masas (democracia «de mercado», la llaman algunos) los principios del liberalismo claro están definitivamente desdibujados. La separación de poderes clásica ya no existe -en los sistemas parlamentarios, como el español, ni siquiera puede existir, estructuralmente- y todo el sistema de «checks and balances» descansa en la dialéctica entre partidos (actores oligopolísticos en la escena) y otros poderes, como los medios, ajenos a la terna montesquiniana. Por si eso no fuera bastante, la concepción universalmente admitida sobre los roles del estado es completamente diferente a la clásica.
En estas condiciones, el liberalismo es una ideología un tanto extramuros del sistema. No podemos, razonablemente, aspirar a una nueva democracia liberal sino, tan sólo, a intentar que lo poco que queda no desaparezca del todo. Pero siempre siendo conscientes de que la nuestra es una prédica con poco futuro.
Algunos políticos, como bien dice otro comentarista, son liberales en cuanto a sus ideas personales, sí. Pero su praxis ha de orientarse de otro modo, conforme a los usos y maneras en vigor.
Aprendamos del viejo Cánovas, que no era liberal stricto sensu (mucho más que otros, claro), pero sí algo que en España nunca abundó, un político de raza: «la política es el arte de realizar, en cada momento, aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible». Adaptémonos, pues, a nuestras circunstancias de absoluta minoría y defendamos los mínimos que nos quedan.
Un abrazo,
Fernando
Creo que sí existen personas que defienden los postulados del liberalismo desde sus responsabilidades políticas. Ejemplo de ello es la Presidenta de la Comunidad de Madrid esperanza Aguirre. No olvide que muchas de las teorías políticas del Partido Popular y que aplica allá donde gobierna, provienen de la esencia liberal.
Otros, defendemos estos postulados dónde podemos y como podemos frente a aquellos que pretenden controlar absolutamente todo desde sus puestos de poder.
Enhorabuena por el artículo.
Saludos,
josé luis moreno