En España estamos ocupadísimos en las discusiones sobre nuestras Instituciones, el concepto de Nación, las «nacionalidades» y otras bagatelas rural-pueblerinas. En el Parlamento se ratificará la adhesión de nuestro país al «Tratado por el que se establece una Constitución para Europa». De fondo, el ambiente de crisis que se respira en París. Cada día que pasa parece más claro que los franceses le van a decir «no»a este último engendro del sistema «UE» que, cada vez más, me recuerda a la construcción de la famosa torre de Babel.
Se levanta el telón de un gran drama. De los muchos conceptos cuestionables, aparecen tres como especialmente criticables. Es el de Francia simplemente un caso particularmente infeliz, o el escepticismo de los electores franceses indica que la Europa híbrida sobrepasa la capacidad de aceptación de sus ciudadanos? Que representaría – segundo- una debacle en Francia para el futuro institucional de la UE? Finalmente y en tercer lugar : cómo debería reaccionar España?
A primera vista parecería que un «no» en el país vecino sería sólo un problema doméstico de los franceses. En centroeuropa se dice: «la voz del pueblo es la voz de Dios». Otorgándole un mínimo de validez al proverbio, un resultado negativo el 29 de mayo sería, en primera línea, un juicio «cuasi divino» sobre la labor del Presidente Jacques Chirac. Los observadores están bastante de acuerdo sobre el hecho de que la opinión francesa, la crítica a Chirac, se mueve en torno a dos ejes: la desilusión ante los negativos resultados económicos del Gobierno y la cólera del pueblo sobre una política de ampliación sin final que podría suponer que, a los alrededor de cinco millones de personas de origen musulmán en el país se sumen unos cuantos millones más. Apoyado sobre una amplia mayoría parlamentaria, Chirac disfruta de legitimación política para llevar adelante las reformas a largo alcance que Francia requiere para salir del círculo vicioso del desempleo y de la demolición de los presupuestos públicos. Pero lo único que podemos observar son medidas «trujillísticas» y una política de contínuo ataque a reformas liberalizadoras, vengan de donde vengan. El péndulo político francés se mueve actualmente a la izquierda, probablemente muy a la izquierda.
La segunda razón de la poca popularidad de Chirac y, en consecuencia de las nuevas ideas en la UE, es la cuestión de Turquía. No se han solucionado los problemas de integración de los franceses de origen árabe, quizá incluso sean insolubles. Son muchos los que abominan de la arrogancia con la que Chirac, a pesar del escepticismo conocido de la población y en su propio partido, fuerza las negociaciones de adhesión de Turquía en la UE.
Muchos Franceses temen por la propia identidad y acusan al Presidente de querer establecer una Europa conducida por Francia, como potencia neo-gaullista. Según los sueños de Chirac, una UE con Turquía tendría capacidad de decisión en oriente medio, en las mismas condiciones de influencia y poder que USA.
Los francese no son tontos, y probablemente voten no.
Pero la UE ya posee un «plan B»: Es el Tratado de Niza, del que se está sirviendo ahora con mayor o menor acierto. Muchas de las cuestiones verdaderamente interesantes (que viendo el tratado en su extensión son más bien pocas) del»gran contrato de constitución», sería perfectamente aplicables sin la modificación del Tratado de Niza. Además, va siendo hora de que los parlamentarios federalistas, los tecnócratas de Bruselas y los soñadores de «Grandes Hazañas Políticas» como Chirac, Schröder o Zapatero empiezen a pensar en términos más humildes.
En el debate sobre el Tratado de Constitución europea, ese falo gigante con el que violamos Europa, no se trata de la decisión entre la guerra y la paz, sino entre lo conveniente y lo inconveniente para los europeos. Los grandes arquitectos de esta torre neobabilonica que se reunieron en la Conferencia Intergubernamental no se pararon a pensar que, tal vez, los electores tendrían algo que decir al respecto.
Por supesto, Zapatero y Schröder (rendidos a las tendencias neo-gaullistas al uso) acudirán a la llamada de Chirac. Su apoyo se antoja fundamental si lo que se pretende es un cambio en la opinión de los franceses. Que les vaya bien. No va a ser fácil.
Y la oposición? En España el PP aún puede enmendar la plana del ridículo ambigüo de hace unas semanas durante la campaña de «nuestro referéndum». Sólo tienen que mirar hacia lo que está ocurriendo en los Tribunales Constitucionales de Alemania. Tal vez se den cuenta de que la futura Constitución Europea atenta contra mis derechos constitucionales como español. Tal vez puedan descubrir contradicciones insalvables, o cuando menos cuestionables desde un punto de vista legal. Me consta que la CDU alemana ya ha empezado a trabajar por ese camino. Y que no les va mal en su empeño.