Hace ya algún tiempo que la visión binaria – izquierda y derecha (Jandl) – no sirve como referente a la hora de establecer una clasificación política. El ala habitualmente denominada “izquierda” representó históricamente los movimientos progresistas en frente, o en relación a los primcipios nítidamente conservadores de la “derecha”.
Según esta lógica, deberíamos situar el liberalismo, ya que no es un movimiento ideológico conservador, a la “izquierda”. El concepto «liberal» surgió en nuestra querida España, cuando en el Parlamento se sentaban los «liberales» frente a los «serviles»- el nombre lo dice todo. De manera similar ocurría en Gran Bretaña: los Whigs liberales versus los Tories monárquicos. Los liberales son quienes históricamente han combatido por el derecho a la libertad y contra los privilegios transmitidos. Cabría pensar, pues: los liberales somos de izquierdas.
Si elegimos otro punto de vista más actual, hemos de partir de la base del “estado de bienestar” en el cual, para conseguir el objetivo último – asegurar bienestar a todos los miembros de una sociedad a través del reparto de bienes (yo pago impuestos, el estado los recoje y los reparte) -, son los principios de la “izquierda” los que han de llevarse a la práctica, siendo éstos sólo aplicables a base de limitar los derechos individuales. Visto desde esta óptica, los liberales seríamos claramente de derechas.
A mi modo de entender, fué Ortega y Gasset quien nos puso los puntos sobre las íes: «ser de izquierdas, como ser de derechas, no es más que una de las infinitas posibilidades de que dispone el hombre para comportarse como un perfecto idiota.”
Cómo es posible entonces que algunos se denominen liberal-progresistas y otros liberal-conservadores? Lo primero que hemos de tener en cuenta es que, para muchísimas personas, el concepto de “generosidad humanista” es un concepto izquierdista (nada más lejos de la realidad), siendo ese concepto en sí mismo una tentación ideológica dificil de obviar por el liberalismo, en cuanto que humanista y reconocedor del individuo. Si además de caer en esa tentación se hace gala de cierta ignorancia sobre principios fundamentales de economía, nos encontramos con grupos autodenominados liberal-progresistas que, de liberales no tienen absolutamente nada. Al otro lado nos encontramos con grupos profundamente liberales en lo económico y lo social, pero que (desde el punto de vista emocional éste sería mi caso) presentan un profundo arraigo “nacional” y hasta cierto punto exclusivista. No es liberal el apego a una forma de estado, pues el estado debe de tender a convertirse en un sistema administrativo de mínimos imprescindibles.
En general, desde la razón (repito que mi corazón me dicta otras cosas), surgen mis preguntas:
– es el concepto de Nación un mínimo imprescindible?
– quienes limitamos nuestro concepto de liberalismo con tal o cual prefijo o sufijo, no estaremos cayendo en la trampa de confundir una filosofía consistente (la liberal) con un “biensonante” eclecticismo?
Alguien tiene las respuestas?
Así responde Desecho,
Nación: el nacionalismo a mis ojos no es una cuestión ni liberal, ni progresista ni izquierdista pues de hecho puede convivir con diversas manifestaciones respecto al papel del Estado, de la moral y de las diferencias. EE.UU es un estado profundamente nacionalista tanto como puede ser un votante de ERC. El problema con el nacionalismo deriva de la concepción de la comunidad política, ya sea esa comunidad acreedora de un Estado bajo mínimos (EE.UU.) o ya sea idealmente una comunidad que necesite un Estado fuerte y cohesionante (CiU, PNV, ERC). Para un nacionalista existe una comunidad determinada por alguna identidad común de tipo cultural que se sitúa por encima de la voluntad de sus ciudadanos a decidir si de hecho les es significativa o no. A mí me gustaría saber, por ejemplo, qué debate se suscitaría en EE.UU. si California decidiera independizarse y si eso sería motivo de una Guerra Civil o no (de hecho la tan traída y llevada Guerra Civil americana se produce por actuación de un nacionalismo de fondo). Puede idealmente existir el caso de un nacionalista liberal vasco que argumentaría por ejemplo que el Estado Español no puede pronunciarse en contra de las decisiones de la comunidad vasca en cuanto sujeto colectivo de derechos, pues estaríamos ante un caso de ingerencia que anula la libertad de una minoría al derecho natural de autodeterminarse, y situaría el problema en los derechos de las minorías (o de los pueblos, en terminología nacionalista) a no ser aplastadas y sometidas por las mayorías (en una fórmula semejante a la que se emplea al hablar del ámbito individual inviolable por la voluntad de la mayoría). En este sentido el proyecto ilustrado así como el socialismo eran envidiablemente coherentes con su universalismo e internacionalismo pues situaban bien la razón bien la propiedad colectiva como signos identitarios superiores y completamente ajenos a localismos idólatras.
En mi opinión el concepto de nación no es tan completamente prescindible aunque debería ser superado por el de ciudadanía. Uno comprueba que el nacionalismo es un instrumento poderoso para dar cohesión a una comunidad y comprueba con igual pasmo que se debate más sobre símbolos y culturas (Recesvinto por aquí, Guifré el Pilós por allá, Jaun Zuría acullá, etc.) que sobre el modelo de comunidad política que deseamos.Igualmente, desde mi humilde opinión, el único al respecto que en estos momentos está emitiendo mensajes sensatos es Maragall (bueno quizás sólo un 3% sensantos) en la medida que proclama un Estado federal (a ser posible una República federal con Alemania como modelo a seguir) sin demasiados anclajes nacionales en el entendido que mediante esa articulación del Estado se cumple tanto la máxima de estar más próximo a las necesidades de los ciudadanos como la igual máxima de que existen temas que necesitan ser tratados a niveles superiores. En este sentido, y también en mi humilde opinión, va siendo necesaria una visión del asunto en clave europea que superando tanto la Europa de los pueblos como la actual Europa de los Estados funde una auténtica unión europea con distintos niveles de poder, competencias y subsideraridades: Europa-actuales estados-actuales regiones-municipios sin descartar instancias intermedias de actuación.
Prefijos y sufijos: La oposición izquierda-derecha es una posición en favor de la igualdad social como bien deseable (izquierda) o en la tranquila asunción de las diferencias y privilegios sociales adquiridos (derechas). Al menos se puede entender así en la medida en que esos términos se fijan en las revoluciones burguesas que hicieron causa a favor de la eliminación de los privilegios heredados del Antiguo Régimen y después son heredadas por el movimiento obrero para acabar con los privilegios derivados de las élites capitalistas-burguesas.La oposición progresismo – conservadurismo tiene que ver con el control o no del dinamismo social (frenar clases emergentes, impedir el crecimiento de determinados sectores, rehacios a la introducción de novedades). En este sentido estuvo muy ligado a la anterior durante el s. XIX, en la medida que la derecha entendía que debía conservar privilegios y por tanto frenar los avances sociales y los progresistas asumir el avance de la clase burguesa y posteriormente de la trabajadora. Aunque en mi opinión esta oposición se está reservando últimamente para el ámbito moral en la que la postura consevadora representaría los valores tradicionales (familia, orden, cierto antihedonismo, etc.) y el progresismo valores rupturistas (reestructuración de la familia, defensor fiero del ámbito individual para la decisión moral, etc.); una reserva también antigua puesto que muchas de las razones para detenerlas han sido de t
ipo moral-ideológico. Hay quien sin embargo trata de unir esa oposición a la idea de progreso de la Ilustración y entender por progresistas simplemente a aquellos que se reclaman herederos del entrañable proyecto ilustrado (emancipación del hombre, ciudadanía, republicanismo, paz perpetua, razón comunicativa, etc.). Es por ello que Habermas tachó a los postmodernos de conservadores al tratar de dinamitar el proyecto ilustrado.
La oposición liberal – socialista se relaciona con el modo de concebir la propiedad y el papel del mercado en la distribución de capital. Esta oposición es matizable en la medida que el liberalismo es más bien una meditación sobre la libertad y el modo de acrecentarla; el liberalismo moderno concibe esa libertad como defensa del individuo frente a la interposición del Estado (libertad como no-ingerencia) y la reclama como derecho natural, al lado de otros derechos naturales como la propiedad, la libre disposición de esa propiedad, etc. De ahí se deriva la idea de que el mercado es el único regulador posible ya que respeta la transacción entre sujetos libres que intercambian según sus necesidades y voluntades. Sin embargo, existe una corriente que poclamándose liberal concede al Estado un papel importante ya sea como promotor de justicia social (Rawls) o bien de libertad como no-dominación (Pettit). En todo ello, a nadie se le escapa, caben otros matices dado que todos las etiquetas tienen tras de sí mucha historia, polémicas, etc.
En mi opinión hay tres polos de actuación política que en el fondo esconden esas denominaciones: el de las diferencias entre el cuerpo social (derivadas no tanto del mérito propio como de los provilegios heredados); el del ámbito de una moral íntima-privada-pública, su articulación y el derecho de los demás de exigir conductas en cuanto todo individuo comparte y es responsable de una esfera ética común (o no); y el papel del mercado como regulador, de instrumentos de control público y de la concepción de la propiedad como individual-comunitaria-colectiva. En ese sentido se puede ser de izquierdas, conservador y liberal, en la medida en que uno considere que el mercado debe actuar intervenido por el Estado para favorecer políticas de igualdad social y que las fuerzas productivas del capitalismo deben ser frenadas en aras del denominado desarrollo sostenible (por ejemplo). También se puede ser de derechas y socializante, como el caso de los cristiano-demócratas amén de conservador en lo moral y en lo social. O se puede ser de derechas, conservador y liberal en la medida que uno cree que las privilegios adquiridos deben pasar a los descendientes, el Estado sólo debe actuar como salvaguarda jurídica del mercado pero ser militantemente homófobos. Y así hasta agotar la combinatoria.De todos modos hay partidarios de reducir los polos a dos ejes: el de las libertades económicas que sería la línea liberalismo-socialismo; y el de las libertades éticas que sería el de los progresistas-conservadores (aquí libertad siempre se entiendo como no-interferencia de ningún ente exterior a la voluntad individual). Desde mi punto de vista, cuantas más palabras se necesitan para calificar a alguien mejor, cuantos más polos ideológicos, mejor, porque de algún modo estamos tratando de acercarnos a la complejidad de lo real e impidiento simplificaciones absurdas.