Mi compañero de letras liberales Pablo Celan (Figaro’s Blog) me comentó por e-mail la posibilidad de escribir algo sobre la exposición que se celebra en Berlín a propósito de la RAF. La polémica en Alemania no cesa. El tema en España (igualar víctimas y verdugos) está viendo los primeros albores. Orgullosísimo de compartir «hoja» con Pablo, publico el resultado de ésta insólita cooperación (que espero no sea la última).
Pablo nos cuenta:
El arte y la verdad, la imagen y la historia vuelven a reñir en Berlín con motivo de la exposición sobre la RAF. Suele decir Albiac que él es platónico y que por eso cree que las imágenes mienten. Incluso cuando se limitan a expresar una verdad trivial: las imágenes de los militantes muertos junto a 35 de sus víctimas, todas ellas ordenadas por riguroso orden cronológico y fundidas bajo el austero título “La muerte” . Como el lema medieval, que afirmaba que la muerte nos iguala, la exhibición sitúa en el mismo espacio a todos, víctimas y verdugos. Es la estética: el libre juego de la imaginación. La cuestión es ¿puede haber una estética de la sangre por la que aún se llora? ¿Y cuál sería? De esa estetización del terrorismo es de lo que se quejan hoy muchos en Alemania. Y yo lo entiendo.
Y luego está el ex Ministro de Interior, del Partido Liberal, Gerhart Baum: “Nadie en su sano juicio glorificaría a la RAF”. Pero, ¡ay! También se queja de la apatía de la gente, que ha dejado de interrogarse por las causas de la RAF.
Ya salieron las causas del terrorismo. Y a mí no me queda más que citar en esto lo que dijo Arcadi Espada el 12 de Septiembre del año pasado: “insisten en que el terrorismo tiene causas. Pero ahí lo dejan, incomprensiblemente”. O, mejor, recordar la diferencia entre causas (en el sentido más distanciado, casi físico del término) y “razones” (aquello que el sujeto, terrorista en este caso, señala como motivaciones –justas—de su violencia). Causas, sí, como cuando se dice que la gravedad causa la caída de los pesos libres. Causas del terrorismo: es el “cómo” de la ciencia, no el “por qué” de los metafísicos y otros aprendices de brujo.
¿Es esto una redención estética del terrorismo?:
A mí se me ocurre:
La fotografía no era buena, pero impresionante. Un joven hombre había muerto. Se encontraba tendido sobre la calzada. Al lado, una mujer joven tomaba entre las manos su cabeza y en sus ojos sólo había rabia y desesperación. Viendo esta imagen no podemos por menos que pensar en la escena final de la película de Jean-Luc Godard «Al final de la Escapada», dónde Belmondo termina sobre el suelo de París, mortalmente herido por la bala de un policía.
A Andreas Baader le encantaba la película de Godard y, según cuentan quienes le conocieron, siempre había deseado una muerte así. El hombre que se encontraba allí muerto sobre la carretera, era no obstante el estudiante Benno Ohnesorg que había tomado parte, junto a miles de estudiantes, en una manifestación contra Sha de Persia. Ante la policía que se acercaba, había huido por una calle lateral; allí, el policía Karl-Heinz Kurras, lo mató «en defensa propia putativa», como se llamaba entonces.
Una historia que finaliza con tal imagen, acaba tristemente. Una historia que comienza con tal imagen, está abocada a un final aún más sangriento.
Al comenzar precisamente con ésta foto, la exposición sobre la RAF (Rote Armee Fraktion) de Berlín, no sólo nos presenta una estructura de la historia, también una interpretación: el Estado dió el primer paso violento y lo que siguió después, todos los tiros, las bombas, las muertes, son la consecuencia lógica.
Ésta era sin duda la interpretación de aquellas personas que se dieron cita en torno a la RAF en los 70. Y la de quienes les compadecían también : Gerhard Schröder, Otto Schilly, Heinrich Böll, Wolf Biermann o Martin Fischer. Hoy todos demócratas, hoy todos „próceres de la nación alemana“.
Pero la verdad histórica es otra: ni el tiro fruto del miedo de Karl-Heinz Kurras era representativo de lo que el Estado quería, ni las bombas, los asesinatos y los actos de pánico de los terroristas de la RAF fueron nunca representativos de lo que el resto de la generación de los Baaders, Ensslins o Raspes sentía y temía. El Estado Alemán de los 70 no era un estado opresor. La generación de los 70 no quería una revolución a tiros, sólo buscaba recuperar la identidad perdida.
No digo que la exposición sea un alegato al terrorismo, pero sí que parece querer envolverlo en un aura de misticismo y leyenda.
Los datos de la exposición aquí: KW Berlín