No pretendo faltar al respeto al resto de los representantes de fuerzas políticas que están interviniendo o lo harán más tarde. Sin duda que en otro momento me ocuparé de ellos.
El debate (cruce de discursos, más bien) ha levantado espectativas, no por lo que pudiese significar de cara al voto final, sino por ver qué posturas adoptaban los intervinientes. A los que hemos delegado nuestra soberanía nos interesa saber qué piensan quienes nos la administran.
El señor Ibarreche se ha mantenido en su línea de ladina hipocresía a la que ya nos tiene acostumbrados. Ha mantenido el desafío a la legalidad y lo ha adornado de verdes prados, frondosos bosques y vascos, muchos vascos. Pero no todos. Y mintió al decir que representaba a una «gran mayoría» de la ciudadanía vasca. Él sabe que no es así. Olvidó también que los que no estamos en Vascongadas no asistimos a las ikastolas (lo he escrito bien?). Las mentiras al hablar sobre la historia de la relación Vascongadas-España sólo cunden en los ikastolizados. Diálogo, diálogo, diálogo. Cuando mi hijo se emperra en un nuevo juguete y, zalamero como es él, viene a «dialogar» conmigo sobre su posible adquisición, lo hace desde la fe que le da su egoísmo. Y es por ello que no entiende que le diga que no. Y es por ello que no hay diálogo. Porque su voluntad es la de poseer el juguete, no la de dialogar sobre la conveniencia de adquirirlo.
Lo mejor del discurso de Zapatero fué el haber reivindicado la condición de leonés al lado de la de catalán o navarro. Efectivamente, nosotros no somos castellanos, ni castellanoleoneses. Pero somos tremendamente españoles. Citas, flores, retórica, diálogo, también mucho diálogo. Lo mejor: el «no» es el principio de un nuevo entendimiento. Aunque sea arma de doble filo que pueda llevar a algunos a pensar que todo es negociable. Pues sí, todo es negociable en el marco de la ley. Lo peor: confundir churras con merinas. Qué demonios pintaba hoy Irak, la guerra y demás? Nada, absolutamente nada. En lugar de hacer acto de contricción (junto con el PP, ojo) y denunciar que todos somos cómplices (por omisión, por cobardía) de los incumplimientos de la ley en el Parlamento vasco, nos recuerda que él y su partido nos sacaron de una guerra ilegal (tan ilegal como la de los Balcanes, pero éso es otra historia). Y se erige en defensor de la Ley (con mayúsculas) y justifica en ello su «no» al plan. Qué ironía. En general flojito, porque le falta poso ideológico y convicción moral.
Rajoy empezó titubente, pero, al citar la Constitución y recordar porqué estaba allí de pie hablando (representando la voluntad de los individuos libres que le votaron en su día) recobró el tono, el color y la fuerza. Contundente, políticamente impecable, argumentando desde la legalidad vigente, poniendo en evidencia las ilegalidades y contrasentidos del objeto de discusión, apelando a las verdaderas razones de la existencia del Estado español. Y poniendo sobre la mesa la voluntad de aquéllos vascos y españoles que ya no pueden expresarla, pues están muertos. Señalando el verdadero origen de la división del País Vasco: ETA. Pero si algo me impresionó de su discurso, ello fué sin duda su apología de la Soberanía del Pueblo, de la preservación de los derechos de TODOS los individuos que componen una sociedad. Clase magistral de política aplicada.
En este debate ya hay un claro vencedor: el pueblo español. Y un claro perdedor: el trapichero de diálogos Ibarreche. Los vascos votantes del PNV (también españoles, por cierto) también son hoy vencedores. El premio es impagable: tendrán ocasión de recapacitar, de meditar si es conveniente tirar piedras a la casa de ese vecino que le cuidó los niños, le ayudó a cambiar la rueda del coche, le recojió la leche y el correo cuando no estaba y saluda amblemente todas las mañanas en la acera, camino de la misma empresa: el futuro.
Las réplicas:
Ibarreche saca el hacha( animado por las peroratas secesionistas de los nacionalistas catalanes), amenaza, arremete contra contra Zapatero y Rajoy, saca el victimismo («…los dos grandes contra mí…») y se hunde en su miseria.
Zapatero. Qué dijo?????? antropo-qué? Aparte del taco, dijo algo más? Ah si, lo de la soberanía limitada. Lo siento, de verdad.
Rajoy da la segunda lección de retórica parlamentaria. Argumenta contra Ibarreche, le reexplica su error, le invita al diálogo y le recuerda las normas. Reitera su apoyo al Gobierno y proclama su fidelidad y la de su partido al marco constitucional. Es el ganador absoluto de esta jornada parlamentaria.