No podemos olvidar. Pero tampoco es sano recrearnos en el recuerdo. El presente y el futuro de Alemania están íntimamente, indisolublemente ligados a los de “nuestra” Europa: libre y democrática.
Con motivo del 60 aniversario de la liberación de Auschwitz hemos llamado a la memoria aquello de lo que los hombres somos capaces cuando nos derrota la bestia. La demagogia, el seguidismo indiscriminado, la mentira hecha propaganda, el odio materializado, el asesinato industrializado. En aquella ocasión fué la clase dirigente alemana quien asumió el papel de bestia, y el pueblo judío en primera persona, pero los “no-arios” en general con ellos, quienes sufrieron la ira de aquellos hombres. No podemos olvidar.
El Holocausto es una característica constitutiva de la República Federal Alemana. Muchos psicólogos se preguntan, cómo puede un pueblo vivir con semejante trauma. No hay, sin embargo, escapatoria. La historia es obstinada en su contundencia.
Pero desde entonces han pasado tres generaciones de alemanes y judíos. Es el momento de aprovechar la oportunidad y acercarnos juntos al análisis de lo ocurrido, sin pretextos, sin inculpamientos. El odio ha de cesar. Las niñas y niños que acuden cada día riendo a la escuela al lado de mis hijos no son culpables de nada. Ellos no han matado a nadie. Ellos no estuvieron allí.
Se han de cambiar los conceptos. No se trata de educar a esta nueva generación de europeos en la culpabilidad, sino en la responsabilidad. Responsabilidad para crear en lugar de destruir. Responsabilidad también para no olvidar.
Yo personalmente creo que estamos ante un crimen dificilmente comprensible, cuyas heridas no terminarán nuca de cicatrizar.Sólo queda la opción de buscar juntos, los niños de los verdugos y los niños de las víctimas, opciones políticas y sociales que no permitan la repetición de tales hechos.