La Ley de Say* es una de las leyes más importantes, y a la vez controvertida, de la Ciencia Económica. De hecho su negación ha causado un cisma entre los economistas que ha llevado a la práctica destrucción de la propia Ciencia Económica. Voy primero a enunciarla.
«La oferta crea su propia demanda.»
Se preguntarán cómo una frase de seis palabras y aparentemente tan sencilla puede ser tan importante y crear tanta controversia.
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JUSTIFICACIÓN DE LA LEY DE SAY.
La ley de Say quiere decir que la oferta de un bien va a crear una demanda de ese bien. Pero ¿Cómo es posible que si alguien ofrece, por ejemplo, camisas vaya a existir automáticamente alguien que demande esas mismas camisas? Parece algo absolutamente inverosimil en un mercado con multitud de bienes, de oferentes y de demandantes.
En un sistema de mercado todo oferente de un bien va a buscar a alguien que demande ese bien para poder así obtener un beneficio. Se puede objetar que no necesariamente todo oferente va a encontrar demanda para todos los bienes que ofrece. Esto puede ocurrir tanto en la cantidad, que no todos los bienes que oferte sean demandados, como en calidad, puede que para una clase de bienes encuentre demanda y para otra clase no. Sea cual sea el caso, es casi axiomático que no todos los bienes que oferten los productores de bienes encuentren demandantes… en una primera oferta.
En una primera oferta los productores ofertarán sus bienes a un determinado precio, que suponen que es el óptimo para ellos. Pero puede que se equivoquen y no logren vender todos sus bienes. Entonces los productores irán bajando el precio para poder vender los bienes que les queden. Puede que al final sólo sean capaces de recuperar lo invertido en la producción de esos bienes o puede que tengan pérdidas.
Otra opción es que el productor de varias clases de bienes promedie los costes e ingresos de sus productos y acepte pérdidas en unos a cambio de que los beneficios en otros le compensen y le permita obtener un beneficio neto.
O también que obtenga más beneficios produciendo muchos bienes y vendiéndolos a un precio más bajo que producir menos y venderlos a un precio más alto.
La idea esencial de la Ley de Say es que sólo se puede comprar lo que previamente se ha producido, es decir que la producción precede siempre a la compra, y que además todo lo producido acaba vendiéndose.
Pero ¿Y si ni bajando los precios a un nivel próximo a cero logra el productor desahacerse de los bienes producidos? Bien llegado tal caso el propio productor será el comprador de esos bienes y el precio será el coste de la producción.
Se puede objetar que dicha compra no satisfará ninguna necesidad del productor. Pero si el productor pensaba, cuando produjo el bien, que este sería útil para los demás ¿Acaso no iba a ser útil para él mismo? Pero es posible que la cantidad del bien sin vender sea tal que supere cualquier necesidad del productor o que el bien fuese producido para satisfacer necesidades ajenas por completo al productor. Incluso en el caso de que no satisfaga ninguna necesidad del productor, y que sea inútil para él, también el bien determinado es inútil para el resto de los demandantes dado que nadie ha estado dispuesto a pagar nada por él.
¿Que el productor perderá dinero al haber producido un bien que no le ha dado ni beneficios en dinero ni satisfacción en su uso? La posibilidad de obtener pérdidas al producir un bien es algo inherente a los negocios, la cuestión es que independientemente de su utilidad todo bien ya producido encontrará un demandante.
Hay que remarcar lo de “ya producido”. Es normal que, dado que todo el mundo se equivoca (axioma 2), los productores se equivoquen y que no encuentren demandantes, diferentes de ellos mismos, para todos sus bienes. Pero, dado que su interés será normalmente obtener beneficios (axioma 3), cuando vean que un bien no encuentra demanda, lo que harán será dejar de producirlo o producir menor cantidad.
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EL DINERO COMO FACILITADOR DE LA LEY DE SAY.
La existencia de dinero facilita enormemente que la Ley de Say funcione. Gracias al dinero es posible que el mercado se reorganice rápidamente y mientras unos pueden vender más cantidad de bienes o bienes nuevos o de mejor calidad otros pueden vender menos bienes.
Puede parecer un poco enrevesado pero hay que recordar una vez más que el sistema de mercado está continuamente reajustándose a los cambios de oferta y demanda. Por otro lado en el sistema capitalista los productores están continuamente ideando nuevas formas de producción y nuevos bienes o mejoras de los ya existentes en su búsqueda de beneficios.
El dinero en cualquier caso no es mas que un medio para facilitar el intercambio de bienes. Los productores cuando crean un bien y lo venden, lo venden a cambio de dinero con el que adquirir otros bienes. La oferta de bienes tiene que tener como contrapartida la oferta de otros bienes para que realmente se produzca un intercambio.
El dinero para comprar los bienes producidos tiene que salir del dinero obtenido con la venta de otros bienes producidos. No tiene por qué coincidir que el que oferte nuevos bienes se los venda al que oferte otros nuevos bienes, basta con que cada uno venda los suyos y el sistema de mercado se encargará de hacer coincidir la oferta con la demanda.
En este sentido se se puede reformular la Ley de Say diciendo que:
«Las mercancías se pagan con otras mercancías.»
Hasta aquí la explicación de la ley de Say es bastante obvia. Pero cuando se produce un bien que no satisface a nadie, es decir que no tiene demanda real y por tanto no satisface ninguna necesidad de nadie, la demanda ficticia del productor no supone sino el desperdicio de recursos. La justificación de la ley de Say podría parecer un sofisma:
La oferta crea su propia demanda… excepto cuando no la crea, en cuyo caso el productor se convierte en demandante de su propio producto.
Sin embargo en un sistema de mercado la Ley de Say sí tiene una justificación consistente, aunque limitada: dado que en un sistema de mercado tanto oferentes como demandantes están en un continuo proceso de prueba acierto-error, es decir en un continuo proceso de aprendizaje, los casos en que la oferta no cree su propia demanda, es decir aquellos casos en que el productor tenga pérdidas o en los casos en que el demandante no obtenga del bien la satisfacción esperada, se reducirán al mínimo posible y en cualquier caso al mínimo posible de tiempo durante el que el bien sea producido y el mínimo cantidad del bien inútil producido.
En un sistema de mercado la cantidad de bienes producidos sin que se vendan, es decir sin que a través del dinero puedan intercambiarse por otros y en consecuencia en convertirse en demanda de ellos, será la mínima posible.
Resumiendo:
La oferta crea su propia demanda en los casos en los que el oferente recupera al menos el dinero invertido en la producción del bien y además el demandante obtiene la satisfacción, que según su opinión, justifique lo pagado por el bien.
Si no se cumplen a la vez las dos condiciones entonces los miembros del mercado van a corregir sus errores.
La ley de Say no es un absoluto, tiene excepciones. Y esas excepciones sólo en un sistema de mercado pueden corregirse, es decir no convertirse en permanentes.
Los errores sistemáticos, que se pueden producir en cualquier proceso productivo y en cualquier compra, sólo pueden solucionarse con ajustes sistemáticos. El sistema de constante prueba acierto-erro del mercado hace posible que la Ley de Say, en su versión limitada, sea consistente.
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LOS DETRACTORES DE LA LEY DE SAY.
Sin embargo, y hechas todas las acotaciones anteriores, la ley de Say sigue teniendo sus detractores.
La negación la ley de Say implica el rechazo a dos ideas:
a) El rechazo a la idea de que en un sistema de mercado los factores se van a ajustar sistemáticamente.
Pero rechazar esa idea significa rechazar los axiomas 3 y 4. Es decir rechaza la idea de que los miembros del mercado van a buscar sus propios intereses particulares y que pueden cambiar sus intereses particulares.
Los que rechazan esta idea del ajuste sistemático aducen que existen rigideces en el mercado que lo impiden . Es decir que existen bienes o factores de producción que no van a cambiar su precio y/o su cantidad de producción independientemente de sus costes o de la satisfacción que produzcan a sus demandantes. Pero para que eso se produzca los intercambios deben de dejar de ser libres, porque de otra manera ningún productor seguiría produciendo bienes con los que pierde dinero ni ningún demandante seguiría comprando bienes que no le satisfacen.
Negar el ajuste sistemático del mercado supone negar la característica fundamental del mercado: que las transacciones se hacen libremente y por tanto es una negación falaz.
Evidentemente un ajuste de la oferta y la demanda a nuevas circunstancias puede tener unos perjudicados a corto plazo. Si un bien deja de venderse los empresarios y trabajadores que producen dicho bien van a verse perjudicados y no volverán a una situación como la que disfrutaban antes de ese cambio hasta que inviertan en producir otros bienes que sí se vendan o se reciclen y aprendan nuevas profesiones que demanden los empresarios. O simplemente acepten menores beneficios y menores salarios que hagan posible que sus bienes o su trabajo sea demandado.
Aunque a corto plazo un cambio en la oferta y/o la demanda pueda causar perjudicados el impedir estos perjuicios, mediante las leyes, las subvenciones, las cuotas, los aranceles, las compras de excedentes o cualquier otro medio que altere la oferta o la demanda, es mucho más perjudicial que permitir el ajuste de los factores de producción.
Los perjuicios causados por las política que intentan impedir el ajuste de factores son:
1.- Disminución de la satisfacción de las necesidades de la gente, al proteger o promocionar el consumo de bienes o factores de producción que en condiciones normales no comprarían. Es decir se hace artificialmente más baratos o directamente se obliga a la gente a comprar bienes que satisfacen menos necesidades que las que la gente podría obtener si usase libremente el mismo dinero. Así se empobrece a la gente.
2.- Se crea una inseguridad jurídica sobre todos los productores y trabajadores. Sus ingresos ya no dependen de la satisfacción que pueden dar a la gente los bienes que producen sino de los favores de los políticos y de los lobbis.
En una situación así las empresas y los trabajadores pueden dejar de tener incentivos en satisfacer las necesidades de los demás y en cambio tener incentivos en obtener ventajas de los políticos.
Lo perverso de estos perjuicios es que tienden a perpetuare en el tiempo. Los que perciben ayudas del Estado van a seguir demandándolas incluso aunque la demanda del bien que producen disminuya aún más.
Además se crea un terreno abonado para la corrupción: la pervivencia de un negocio ya no depende de la demanda libre de los compradores sino de los caprichos de los políticos.
b) Rechaza especialmente la idea de que en un sistema de mercado se tienda a la plena utilización del factor humano. Es decir se rechaza la idea de que en un sistema de mercado se tienda al pleno empleo.
Sobre este asunto, que es muy amplio, hablaré en el capítulo dedicado al empleo y a los salarios. Pero he de decir que la idea de que pueda existir un elevado exceso del factor humano de una manera permanente en un sistema de mercado, está completamente equivocada.
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LAS CONCLUSIONES DE LOS ECONOMISTAS CONTRARIOS A LA LEY DE SAY.
La negación de la Ley de Say procede tanto del marxismo como del keynesianismo y de su falsa explicación de la Depresión de los años 30, tema al que dedicaré otro capítulo.
Todas las explicaciones a la negación Ley de Say argumentan:
1.- Los mercados no se ajustan sistemáticamente al los cambios en la oferta y la demanda.
2.- El sistema de mercado no tiende al pleno empleo sino que puede estar de manera continuada en elevadas tasas de desempleo.
3.- Sólo la intervención del Estado puede solucionar los desajustes entre oferta y demanda y el elevado desempleo de larga duración. Esta intervención estatal tiene dos vertientes: intervenir en el mercado para fijar precios y cantidades y generar artificialmente demanda mediante la expansión del gasto público.
La radical consecuencia de los que rechazan la ley de Say es que para ellos la ley se subvierte y de ser:
La oferta crea su propia demanda.
Pasa a ser:
La demanda crea su propia oferta.
Puede parecer un inocente juego de palabras pero con ese cambio se destruye completamente la Ciencia Económica.
Ya no son los bienes los que satisfacen las necesidades sino la existencia de necesidades lo que se supone que va a generar los bienes.
Evidentemente es la existencia de necesidades lo que va a provocar que se produzcan bienes, pero no la mera existencia de necesidades va a producirlos. No basta con que se tenga una necesidad para que se pueda producir un bien que la satisfaga.
Los economistas que refutan la Ley de Say creen que basta con generar demanda para que los bienes aparezcan, sin considerar las posibilidades o los costes de producir esos bienes.
Estas dos ideas crean un división irreconciliable entre dos clases de economistas los que están a favor y en contra de la Ley de Say. El momento clave del cisma fue la década de los años 30 del siglo pasado y desde entonces la Economía como Ciencia ha sido casi destruida al enseñarse en las Facultades de Economía teorías contrarias a la Ley de Say.
Y como consecuencia inevitable, con altibajos pero inevitable, la propia economía mundial ha entrado en cíclicas crisis cada vez mayores.
Insisto en que aunque parezca un cambio inocente y sin demasiadas consecuencias la diferencia entre poner primero la oferta o la demanda como causa de generación de riqueza tiene unas consecuencias definitivas para cualquier teoría económica.
* La Ley de Say fue formulada por el economista francés Jean-Baptiste Say en 1.803.
Sólo quiero señalar esas necesarias distinciones de los diferentes aspectos de la libertad. Con frecuencia, el combate liberal contra el Estado, al no hacer esas necesarias distinciones , deja libre a la forma más dura, brutal e incontrolable de tiranía:La Oligarquía (Oligos= Kratein, Kratein= Oligos)
Sr. Dhavar:
«No se puede comprar o no comprar comida»
Sí, claro… pero se puede comprar en el Carrefour, en el Mercadona, en el Corte Ingles, en múltiples cadenas de supermercados locales, en la tienda de la esquina..
Podemos comprar carne de vaca, de pollo, de cerdo,…. o pescado.
Se pueden comprar mil clases de galletas de mucha marcas. Y así hasta el (casi) infinito.
La libertad la da la competencia entre los oferentes y la falta de barreras de entrada en los mercados.
Respecto al asunto del trabajo, es un tema que trataré con mucha amplitud en otro capítulo, pero parece que partes de la base de que, por alguna razón, el trabajador tiene más necesidad de trabajar que el capitalista de obtener beneficios. Nuevamente la única manera en que esto se produzca es que exista un monopolio por parte de los capitalistas…. pero también puede producirse un monopolio por parte de los trabajadores.
La libertad en el sistema de mercado no es sólo de los consumidores sino también de los empresarios de ofrecer productos y de entrar en mercados. También a este asunto dedicaré un capítulo.
Saludos y gracias por el comentario.
«La demanda lo único que hace es aceptar o no la oferta provocando el consiguiente ajuste.»
Ergo, la Ley de Say viene a decir que la iniciativa corresponde a la oferta (esto es, a los productores de bienes o servicios), mientras que sus detractores vienen a decir que la iniciativa corresponde a la demanda («la demanda crea su propia oferta»). De ahí la tendencia de éstos últimos a predicar el aumento del gasto público como remedio a la contracción de la demanda en tiempos de recesión.
Curioso, porque, cuando se habla de iniciativa privada, todo el mundo -incluso los contrarios a la Ley de Say-, dan por sentado que se trata de la iniciativa de los productores de bienes o servicios, no de la iniciativa de los demandantes de esos bienes o servicios. Imagino que por eso hay que recurrir a la iniciativa pública para estimular la demanda, o para secuestrarla (cuando se practica el proteccionismo).
Sin ánimo de polemizar porque sí y de acuerdo en lo esencial me llama la atención este párrafo: » Negar el ajuste sistemático del mercado supone negar la característica fundamental del mercado: que las transacciones se hacen libremente y por tanto es una negación falaz.»
Esto es un evidente «circulus in probando», como decían antes. Se rechaza un postulado que no admite réplica fáctica con otro postulado que tampoco admite réplica fáctica.
Las transacciones pueden y de hecho se hacen muchas de ellas en toda clase de condiciones bien lejanas de esa «libertad», la cual se cubre con su propia ambivalencia de significado: Libre: No hecho poniéndote una pistola en el pecho. Libre: A se. Autárquico. Puede rechazar la transacción sin experimentar una pérdida directa. Ej: No se puede comprar o no comida, y quedarse tan pancho. Ej. O consigues cualquier trabajo como sea o tu familia se muere de hambre.
El no distinguir los significados de Libertad, desde la libertas – no esclavitud- romana a la libertas a necesitate de Platón y sus cofrades, pasando por la libertas como facultad y restricción generada por las leyes públicas y las privadas es, en mi opinión, uno de los defectos mayores de la teoría de los llamados «liberales», junto con su errónea absorción de todas las fuentes y modalidades obligacionales, públicas y privadas, en el contrato privado sinalagmático. Esto último es, simplemente, falta de formación jurídica. Que no padecía Hayek, desde luego, pero sí padecía, y de forma escandalosa, por ej, Murray Rothbard.
¡CORREGIDO!
Cara de palo:
Es correcto lo que dices de que:
“La relación entre la oferta y la demanda tiende a ajustarse automáticamente (en una economía de mercado)”.
Pero hay que poner el énfasis en que es la oferta de bienes lo que genera la demanda y es lo que enriquece una sociedad. La demanda lo único que hace es aceptar o no la oferta provocando el consiguiente ajuste.
Los contrarios a la Ley de Say casi siempre actuan en defensa de los intereses particulares de aquellos que producen bienes que no encuentran demanda, eso los keynesianos.
Los marxistas actuan bajo el inverosimil supuesto de que los capitalistas van a producir bienes que no quieren vender.
En cualquier caso los detractores de la Ley de Say son muy hábiles utilizando la demagogia para hacer pasar por verosímiles sus argumentos. Veremos ese aspecto en el capítulo dedicado a la Gran Depresión.
Saludos y como siempre gracias por los comentarios.
En mi humilde opinión, la Ley de Say está formulada de un modo que se presta a ser mal interpretada.
Tal vez debería haber sido formulada así: «La relación entre la oferta y la demanda tiende a ajustarse automáticamente (en una economía de mercado)».
Los contrarios a la Ley de Say ¿parten de un desacuerdo teórico honesto, o más bien parten de una postura ideológica previa, contraria a la economía de mercado, que les lleva a forzar la teoría económica para llevar el agua a su molino?
¿No es el keynesianismo (por no hablar del marxismo) a la ciencia económica, lo que el creacionismo a las ciencias naturales?
Sobre todo teniendo en cuenta que la frase tiene veintisiete letras, y no seis.
Ahá, te pillé.