El 17 de Octubre de 1989 el actor de teatro Wolfgang Holz solicitó en la Inspección de la Policía Popular berlinesa los permisos pertinentes para una manifestación pacífica en la Alexanderplatz. Según reza en el informe del comisario que atendió la petición, se trataba de un acto pacífico durante el que se pretendía reivindicar los derechos a la libertad de prensa y la libertad de reunión consagrados en los artículos 27 y 28 de la Constitución de la República Democrática Alemana. La cita quedaba fijada para el 19 de Noviembre.
Los meses anteriores venian preñados de multitudinarias manifestaciones ante la iglesia de San Nicolás en Leipzig, algunas de ellas brutalmente represaliadas por las fuerzas de seguridad y sobre las que informar se había convertido en misión imposible para periodistas y medios. El aparato del estado, perfectamente coordinado desde los despachos de la Stasi (Ministerio para la Seguridad del Estado) convertía en sospechoso no solo a quien se reunía con más de 5 personas en la calle, también a quien informaba de ello. Una manifestación como la que proponía Holz en nombre del Sindicato de Actores de Teatro de Berlín se convertía así en asunto de estado.
En realidad, los convocantes de la manifestación no pretendían destruir la DDR, solo querían mejorarla. En realidad, tal y como se recoge en el Acta Especial de la Stasi sobre el 4 de Noviembre, a finales de Octubre ya se habían reunido varios comités de intelectuales y representantes de la cultura a instancias del mismísimo Director General de la Stasi, Erich Mielke, con el fin de preparar el terreno – y los contenidos- para un acto al que no deberían de acudir más de un par de centenas de personas.
Que el diario “Die Morgen” publicase la convocatoria a la manifestación para el 4 de Noviembre en lugar de para el 19 fué un error menor. Que ese día 4 de Noviembre se diesen cita en la Alexandreplatz, de forma totalmente inesperada, casi un millón de personas que no cesaron ni un Segundo de abuchear contundentemente a los nuevos salvadores de la patria (que llegaron corriendo y con los discursos a medias) fué el triunfo del ansia de libertad de una nación cansada de rellenar impresos para respirar. Cinco dias después de la manifestación en Berlín caía el muro para siempre.
Cinco días después de la manifestación en la Alexanderplatz, cuatro semanas después de las manifestaciones de Leipzig, cuarenta años y 28 días después de la fundación de la República Democrática Alemana, los defensores del estado, los privilegiados del estado, los amordazadores profesionales, los ensimismados comunistas se dieron cuenta de que también entre las gentes de la cultura –la mayoría- había amantes de la libertad; que entre los trabajadores sucios de turba y lignito –la mayoría- había amantes de la libertad; que entre los santones de misa semanal –la mayoría- había amantes de la libertad. Se dieron cuenta de que estaban solos. Ellos, y su estado.
Han pasado 20 años desde la caída del muro berlinés y casi todo ha cambiado en el este alemán. Hacer balance es casi imposible, tantos son los aspectos a tener en cuenta. Mi vecino, que nunca ha vivido fuera de Leipzig, que escapó de la Guerra por los pelos y convivió con el comunismo a base de tocar la flauta en la Gewandhaus, vive su merecido descanso al lado de su piano en la casa que siempre soñó tener. Y me cuenta que nada ha cambiado. Me cuenta cómo la distancia entre unos y otros sigue siendo la misma, cómo el clima de desconfianza cultivado durante 40 años de denunciantes y denunciados sigue siendo el mismo. Me habla de promesas de los políticos de entonces, incumplidas todas. Y de las promesas de los políticos de hoy. También fallidas. No se extraña de que las encuestas muestren un alto grado de desencanto entre los alemanes (los del este y los del oeste) tras veinte años de reunificación.
“La mayoría de los que entonces nos alegramos hasta llorar la última lágrima con la caída del muro, no sabíamos lo que era realmente la libertad que nos estábamos regalando”.
“La libertad no es solo poder viajar a Mallorca cuando nos plazca. Comprar chocolate o un Volvo si nos apetece. La libertad ha de vivirse creando, inventando, recreándose y reinventándose uno a sí mismo cada día”.
Hoy vuelven a sonar las arengas neocomunistas y no pocos alemanes del este miran al pasado con la nostalgia de quien se siente perdido en un presente que le supera. La libertad es una amenaza, ya que nos quita la posibilidad de cargar sobre otros la responsabilidad de nuestros errores. La libertad nos desnuda, sin que podamos disimular nuestras faltas.
El “Berliner Zeitung” encargó en su día al Instituto Forsa una encuesta para sondear qué sienten los alemanes tras estos últimos 20 años de camino común. Si a finales de 1998 más del 70% de los alemanes del este soñaban con mejorar sus vidas, hoy apenas un 45% reconoce haberlo conseguido.El 25% cree incluso que la mayoría de los habitantes en el este de Alemania vive peor hoy que hace 20 años. Los “ossis” creen no haber sido aceptados por sus compatriotas occidentales. Los “Westler” dicen haber tenido que correr ellos solos con los gastos de la reunificación.
Los alemanes siguen siendo aprendices de hombres libres. Como nosotros.
Con motivo del 20 Aniversario de la caída del Muro de Berlín, Libertad Digital ha sacado un especial sobre el tema en el que podemos leer artículos, ver vídeos e mágenes sobre tan significante hecho histórico. Este artículo ha sido mi pequeña aportación a dicho especial.
Es cierto que siempre está la tendencia humana de «cualquier tiempo pasado fue mejor» (en ocasiones es cierto… al menos en alñgunos aspectos de la vida), pero sigue siendo triste la cantidad de gente de Alemania del Este que piensa eso…
Yo también conozco a una polaca y, al menos por allí, las cosas no parecen haber empeorado… ni les parece a los que conozco yo…
Dedalo: «Casualmente», Luis vive en Alemania del Este y te podrá dar más detalles. Mi novia es polaca. Ella siempre me comenta que en aquella época no había ni chocolate ni plátanos.
Hay dos cosas que, personalmente, comprendo. La primera es la de reconocer lo duro que es para cualquiera aceptar que las ideas que le han inculcado desde pequeño son un fraude. La segunda es que no siempre somos conscientes de las cosas que mejoran nuestra vida. Justo después de la caída del Muro un ordenador podía salirte por 1800 euros. Eran una patata, lentísimos y, con suerte, podías verlos en color. Mi portatil, comprado ya hace algunos años, me salió por 360. Los coches, más seguros. En líneas generales todo es mejor y más barato que hace 20 años. Pero seguro que la gente puede pensar que las cosas son peores y más caras.
Hay una cosa que, por mucho que se esfuerza el capitalismo, nunca consigue, que es con la necesidad de ir a trabajar para conseguir un salario.
Un 45% de los alemanes del Este dicen no haber mejorado y un 25 % haber empeorado en estos 20 años…. puffff esto baja la moral al más pintado…
Es que la «libertad» no es un Estado paralelo, pero mejor al que tenían en el Este que les fuera a «dar» lo que el comunismo no les «daba».
Lo único que da la libertad es la oportunidad de mejorar. Pero luego hay que trabajar duro y eso para los que han sido educados como funcionarios es difícil o imposible de cambiar.
Descontentos hay y habrá siempre. Y listos dispuestos a aprovecharse de ello con promesas de Estados paternales dadivosos, también.
Ese miedo que experimentan los alemanes del este, ese miedo a la libertad, unido a las envidias, tan naturales en nosotros, es el que aprovechan los demagogos del socialismo mundial para hacerse con el poder. No debemos subestimarlo, antes bien hay que estudiarlo y combatirlo intentando ofrecer alternativas psicológicas y conductuales al mismo. Una buena forma es defender los valores liberales. Sigamos en ello. Exorcizemos a la gente del diablo de las falsas creencias.
Generó pobreza, generó berzas y patatas de octubre a marzo, generó aislamiento, generó degradación de las familias, generó odios, generó enajenación, generó apatía, generó clases (los afines, los disidentes) …
Burrhus, ojalá no vuelva nunca el fantasma socialista.
Bueno, Luis… Probablemente, la lección más dura de aprender sea que sólo podrás tener lo que te trabajes.
Creo que es necesario reivindicar éste día. Especialmente para decir a aquellos que reclaman «una salida de izquierdas a la crisis» que lo que están pidiendo es que se haga lo mismo que en la RDA en el ámbito económico y que generó todo lo que generó.
Buscando algo, me encontré contigo/vosotros y me quedé un rato a leer.
Un placer…