El sexo está en el centro de nuestra existencia. No quizás como sugiriera Freud, pero desde luego sí de forma profunda y permanente. Por mucho que nos afanemos no somos impermeables a él. Influye de forma sutil, a veces, otras grosera, en nuestro comportamiento. Una vez hemos resuelto, mal que bien, el problema básico de alimentarnos y encontrar un refugio, nuestras energías disponibles muy probablemente las empleemos en encontrar pareja (o parejas). Se puede pensar en el sexo de forma obsesiva, siendo muchas de las obsesiones humanas sexuales, lo que revela la enorme fuerza que tiene el impulso inconsciente de dejar descendencia. Otro asunto es pensar en él de forma científica. Los biólogos tratan de desentrañar y evaluar lo que representa el sexo en nuestra psique y en nuestras relaciones sociales, así como en nuestra evolución. El propio
Darwin lo elevó a la categoría de motor de selección, al postular la selección sexual.
Edward O. Wilson, en su Sociobiología, comenzaba citando a
Camus, que decía que no había nada más serio que el suicidio, para contradecirle: la búsqueda de pareja o simples apareamientos, la crianza de los hijos….de hecho no hay nada más serio que eso, ni nada que se tome más en serio la gente. El suicidio es muchas veces la consecuencia de un fracaso en el ámbito del amor o del sexo, cosa muy seria.
Ambrosio García Leal es un eminente biólogo español que se ha dedicado en los últimos años a reflexionar sobre biología evolutiva y psicología evolucionista, y ha encarado el asunto del sexo en dos obras divulgativas, publicadas ambas por Tusquets editores: La Conjura de los Machos y el Sexo de las Lagartijas . Precisamente para esta editorial ha realizado, además, multitud de traducciones de otras obras científicas. Nuestro colega blogger Ruso Docouto nos facilita los detalles de lo antedicho en su blog sobre Biopolítica.
El Profesor García Leal ha tenido la cortesía de responder al breve cuestionario que le hemos enviado:
1) ¿Es el sexo la causa de la diversidad de la vida y el motor de la evolución?
En buena medida sí. Lo que es indiscutible es que el sexo acelera la evolución al alimentar a la selección natural con una variabilidad suplementaria (otra cosa es que ésa sea su principal razón de ser, cosa que ha sido puesta en duda por algunos biólogos que no ven claras las presuntas ventajas adaptativas del sexo).
2) ¿Cómo ha operado en el pasado y opera hoy la selección sexual en nuestra especie?
La selección sexual es la responsable del dimorfismo sexual humano, leve pero significativo. Como ocurre en la gran mayoría de especies, la selectividad femenina y la competencia masculina por los apareamientos han conformado los cuerpos masculinos. Lo que ya no es tan corriente es que también los cuerpos femeninos son en parte el resultado de una selección sexual significativa, que en este caso se explica por nuestro sistema de apareamiento esencialmente monógamo. Por supuesto, la selección sexual sigue operando, aunque nuestro descubrimiento de la conexión entre sexo y procreación la ha menoscabado un tanto, simplemente porque los padres quieren asegurarse de que los hijos que crían son realmente suyos y no de un donjuán.
3) Violencia de género, violencia machista, violencia doméstica… ¿Cómo llamar al fenómeno, ateniéndonos a lo que enseñan la biología y la historia evolutiva?
Lo más adecuado quizá sea «violencia machista», porque éste es un fenómeno social estrechamente ligado a la subordinación femenina, y altamente «antidarwiniano» en su versión más lesiva (porque matar o incapacitar a las hembras fecundables no contribuye en nada al éxito reproductivo masculino), lo que invita a pensar que es un producto de la evolución cultural humana y no la expresión de instintos favorecidos por la selección natural.
4) ¿Cómo pudieron evolucionar las formas no heterosexuales de sexualidad en nuestra especie?
Las conductas homosexuales están muy extendidas entre los primates sociales y suelen tener una función apaciguadora. Puesto que nosotros somos primates sociales, es razonable pensar que la vena homosexual humana tiene el mismo origen evolutivo. Pero una cosa es la homosexualidad como conducta (propia de individuos por lo demás heterosexuales) y otra la homosexualidad como condición (es decir, una «inversión» de la orientación sexual). Puesto que ser homosexual contribuye bien poco al éxito reproductivo, esta condición difícilmente puede ser un resultado de la evolución biológica. Por eso pienso que la homosexualidad (en el sentido usual de condición, subrayo, no en el de conducta) no es más «natural» que el celibato de los sacerdotes.
5) ¿Cómo explicaría el amor romántico, desde la óptica evolucionista?
No es más que la versión humana del vínculo de pareja que ha evolucionado en muchas otras especies monógamas, desde los gibones hasta los escarabajos enterradores. Por supuesto, a nosotros nos gusta elevarlo a la categoría de sentimiento, por encima del simple instinto, pero lo cierto es que, a efectos de aptitud darwiniana, nuestro vínculo de pareja es comparable al de cualquier otra especie monógama.
6) ¿Qué le parece la «hipótesis de la abuela», según la cual la menopausia evolucionó en la mujer para que las mujeres mayores colaboraran en la crianza de sus nietos?
Ésta es una idea altamente relevante para la evolución humana, porque implica que las mujeres tienen una vida fértil algo más corta que los varones, lo que puede explicar la tendencia de éstos a reemparejarse con mujeres más jóvenes que ellos, así como el hecho de que nuestros criterios de belleza femenina estén más ligados a la juventud que los criterios de belleza masculina. Esto no ocurre, por ejemplo, en los chimpancés, cuyos machos prefieren las hembras más veteranas del grupo. Pero la diferencia entre los chimpancés y nosotros es que ellos no establecen vínculos de pareja a largo plazo, y sus hembras siguen siendo fértiles hasta el fin de sus días.
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7) ¿Pueden el «gen egoísta» y la sociobiología, en su formulación primera por E. O. Wilson, explicar el comportamiento social humano, o se requería una revisión como la realizada por el propio E. O. Wilson junto con D. S. Wilson, con la selección multinivel? ¿Se vería afectada nuestra visión de la sexualidad de alguna forma por dicha revisión?
La sociobiología de los ochenta se basaba en una concepción radicalmente individualista de la selección natural y ponía el énfasis en los conflictos de intereses entre agentes agoístas. Esta visión ha sido criticada por numerosos autores que desde hace tiempo han venido señalando lo que los sociobiólogos de la vieja escuela presentan ahora (con bastante caradura por su parte, todo hay que decirlo) como una propuesta de su propia cosecha: la necesidad de considerar niveles de selección por encima del organismo individual. Esta revisión afecta en particular al problema del sexo. De hecho, la tesis central de mi segundo libro,
El sexo de las lagartijas, es que las paradojas que plantea la reproducción sexual para la teoría darwiniana sólo pueden resolverse considerándola como un caso de selección de grupo (en particular, el grupo mínimo constituido por una pareja de progenitores) no reducible a una selección individual clásica. Desde esta nueva perspectiva, la reproducción sexual es esencialmente una empresa cooperativa y las estrategias de apareamiento no son resultado de ninguna «guerra de sexos», sino de la confluencia de los intereses masculinos y femeninos.
8) ¿Podría contarnos muy brevemente su recorrido personal y científico, con sus hitos, así como sus investigaciones presentes y proyectos para el futuro?
Comencé mi carrera en el campo de la ecología teórica, en particular el contexto ecológico de la evolución, lo que me llevó a interesarme por el aspecto termodinámico del proceso evolutivo. Pero mi auténtica vocación siempre ha sido la de pensador, así que finalmente me he dedicado a la filosofía de la biología, con atención preferente a los problemas que plantea la sexualidad para la teoría darwiniana de la evolución. El foco de mis intereses científicos siempre ha sido la evolución, y así seguirá siendo en el futuro, porque mi próximo proyecto de investigación es la elaboración de un modelo teórico que dé cuenta del progreso evolutivo desde las formas simples hasta las más complejas.
También publicado en LNIE
….suficiente para recibir aprecio y/o amor….
Por no hablar de las proyecciones indebidas que hacemos en los demás, provocando innecesarias decepciones.
Bueno, alguna cosa tiene que no es prestada…..
Exacto. Hay que prestarle lo que le falta para poderlo querer. Y se le quiere precisamente por lo que se le presta.
(*), Se puede sostener que el hombre es un animal sin rebajar su dignidad, pero para eso hace falta comprender bien lo que no es el hombre.
¿Qué es el hombre como producto puro de la evolución natural de las especies y de la materia? Un híbrido de planta y de fantasma al cual, desde luego, se puede engañar, explotar y despiezar en beneficio ajeno, como puede hacerse en los mataderos de ganado.
Si el hombre fuese realmente eso, los derechos humanos serían una gran mentira.
Que alguien que tenga esta convicción diga que lucha seria y comprometidamente por (palabra fetiche), es pura incongruencia, pero se da y mucho. Hacen bien. Pero que no digan que el hombre es un mero producto, simple y mecánico, sin cualificaciones sustanciales, de la evolución, porque entonces no valdría la pena luchar por él.
El ”mal” sería un comportamiento depredador de una especie determinada, pero de ningún modo una injusticia, lo mismo que no llamamos injusto, y sería grotesco hacerlo, al comportamiento de la mantis con el macho tras haberla fecundado.