Recién recibo un correo de una Fundación Iberoamérica Europa, que en conjunto con la Fundación Internacional para la Libertad me invitan a las reuniones del V Foro Atlántico, que se realizarán en el Caixa Forum, de Paseo del Prado en Madrid, el próximo lunes bajo la consigna «Cuba, de la dictadura a la democracia».
Aprovecho este medio para avisarle a los organizadores que no voy a poder asistir, por varios motivos. El menor de ellos es que tengo otras cosas planeadas para el 7 de julio aqui en Rosario, Santa Fe, Argentina. El mayor es que a esta altura de los acontecimientos creo que estas reuniones, supuestas cumbres intelectuales de los popes de la Libertad, no son mas que celebraciones endogámicas organizadas para que alguno se lustre el ego, para que otro se exhiba un poco, para que varios se guarden algún vuelto, y nada, nada, nada, para que crezca la libertad en el mundo, y menos en Iberoamérica.
Todos los años se gastan pequeñas fortunas en saraos como este. Fundaciones, fundacioncitas, la mayoría con popmposos nombres que aluden a la libertad, llaman a sus contribuyentes y parroquianos habituales a juntarse bajo los reflectores y ante el calor seductor de los flashes de la prensa. A veces se ven agraciados con algún acto de repudio de quienes los acusan de fometar el neoliberalismo, el cambio climático o el genocidio indígena, y se ganan algún centímetro adicional de prensa. Y punto.
¿Alguno de los populismos que campean en la región ha visto esmerilado su poder por alguno de estos festejos? ¿Alguna oposición ha recibido letra o doctrina de estos supuestos tanques de pensamiento, para solucionar positivamente la miseria que abre el campo al populismo?
Cada vez que expreso esto que digo aquí, algún amigo me pide piedad, me dice que lo que hacen es benevolente, que mantienen a la gente «pensando», que impiden que los creyentes se dispersen, y otras trivialidades semejantes.
Yo creo que cada euro, cada dólar, que se gasta en salones, en pasajes, en champán y en bocaditos, cada centavo que se dilapida en la organización de estas congas tendría mejor uso para fomentar la libertad contribuyendo, por ejemplo, con la disidencia cubana en la propia isla, si no pagando acero y plomo en lugar de salsa bechamel y licor. Que con estos nunca nadie se ganó la libertad.