Las voces de los manifestantes en Abidjan (1) se escucharon en todo Costa de Marfil, airadas, desesperadas. «Tengo hambre!», decían a quien les quisieran escuchar. «Trabajo durísimo y no llega para alimentar a mi familia. Esto es una vergüenza!» Las mujeres, todas en la calle, haciendo coro con sus cacerolas, manifestando su rabia y su impotencia. Estamos ante una verdadera catástrofe de origen antropogénico.
En Senegal, en Burkina Faso, Mauritania y Camerún tuvieron lugar, durante toda la semana pasada, decenas de manifestaciones (2). Hubo violencia y disturbios. Abdoulaye Bathily, jefe de la oposición senegalesa diagnostica el problema: «La pobreza, cada vez más acusada, es una bomba de relojería».
Los contínuos aumentos de precios (3) de los alimentos básicos han convertido algo tan esencial como comer en un verdadero lujo para la mayoría de los habitantes de África occidental. En Mauritania, el precio de los cereales ha subido en un año el 40%. El programa de Alimentos de la ONU pronostica para este año hambre y desnutrición en el mejor de los casos. Lo curioso es que ya hoy, uno de cada ocho mauritanos sufren desnutrición severa.
Las causas son muy diversas. Las inundaciones del año pasado destruyeron buena parte de las cosechas. Pero el aumento exponencial del cultivo de plantas dedicadas a la obtención de biocombustibles es la causa principal ,no sólo de la falta de maiz, también del encarecimiento del trigo y el arroz. Muchos países africanos en vías de desarrollo confiaron en un aumento de los ingresos gracias al boom de los biocombustibles. En Senegal, por ejemplo, se creó un Ministerio para Biocombustibles y Energías Renovables. En Congo el Gobierno desarrolla un programa para estudiar las posibilidades de implantar grandes plantaciones dedicadas a los biocombustibles. En Tanzania, la mitad de la superficie cultivable ya se dedica exclusivamente a este tipo de plantas.
Pero incluso si en África no se plantase una sola semilla dedicada a biocombustibles, las consecuencias de la subida de precios de los alimentos a nivel mundial -y por la misma razón- serían terribles para las regiones azotadas por guerras y pobreza. Los empleados de la ONU temen que en pocos meses sea imposible el suministro regular de alimentos a zonas críticas como los campos de refugiados de Darfur y Somalia. El presupuesto asignado no alcanza para cubrir las fuertes subidas en el mercado de alimentos primarios.
Mientras nosotros en la Unión Europea seguimos soñando con biocombustibles, protección del clima y sostenibilidad, desde nuestros coches con los depósitos llenos de «biodiesel», la existencia de millones de africanos depende de un plato de maíz o un puré de cereales. Para quienes ya gastan la mitad de sus sueldos en alimentos, el encarecimiento «climático» de los mismos les arroja a la pobreza… o al hambre.
Dedicado a María Blanco.
Es todo un honor, don Luis.¡Muchas gracias!