Entiendo perfectamente el escándalo que la nota episcopal ha generado en las filas socialistas. Escándalo en el sentido de que están escandalizados. Es natural.
Si se arman de paciencia e inician una discusión profunda con cualquier socialista («conservador» o «progresista») que se precie (no, Pepe Blanco no sirve, necesitan uno que piense) alcanzarán ese punto de no retorno en el que toda la discusión se reducirá a delimitar el concepto de LIBERTAD. Para su contrincante dialéctico el capitalismo, el liberalismo, son incapaces de propiciar la verdadera libertad, pues sólo quien disponga de los medios financieros correspondientes será realmente libre. Le dirá despectivamente que usted, como liberal, se limita a definir la libertad como «ausencia de límites y consagración del relativismo moral». Esa «libertad por ausencia de límites» sólo conduce al servilismo ante el Capital, arrojando al individuo a los pies de los caballos capitalistas.
Y llegados a ese punto, las posturas se hacen irreconciliables. Por qué? Porque confundimos los conceptos. Mejor dicho, porque su interlocutor socialista confunde los conceptos: LIBERTAD y PODER. Todo el mundo debe aspirar a tener la libertad de hacer (comprar, vender, fumar, beber, comer, cantar, hablar, engordar, adelgazar, votar, no votar …) lo que quiera, pero no todo el mundo tendrá siempre el PODER para hacer uso de su libertad. Le faltarán los medios, le sobrarán regulaciones y prohibiciones. Si me permiten la exageración, podemos decir que todo el mundo tiene libertad para caminar sobre el agua, aunque a la mayoria nos falten los medios tecnológicos y materiales para PODER hacerlo. Rothbard lo explica perfectamente en su Ethics of Liberty:
We have seen that Crusoe, as in the case of any man, has freedom of will, freedom to choose the course of his life and his actions. Some critics have charged that this freedom is illusory because man is bound by natural laws. This, however, is a misrepresentation—one of the many examples of the persistent modem confusion between freedom and power. Man is free to adopt values and to choose his actions; but this does not at all mean that he may violate natural laws with impunity—that he may, for example, leap oceans at a single bound. In short, when we say that «man is not free to leap the ocean,» we are really discussing not his lack of freedom but his lack of power to cross the ocean, given the laws of his nature and of the nature of the world. Crusoe’s freedom to adopt ideas, to choose his ends, is inviolable and inalienable; on the other hand, man, not being omnipotent as well as not being omniscient, always finds his power limited for doing all the things that he would like to do. In short, his power is necessarily limited by natural laws, but not his freedom of will. To put the case another way it is patently absurd to define the «freedom» of an entity as its power to perform an act impossible for its nature!
La dialéctica socialista de la libertad, en la que los llamamientos a la justicia social y las loas a la igualdad apenas son el barniz de una envidia profunda y ancestral, sólo persigue un fin: el PODER.
Y es desde esta perspectiva que entiendo perfectamente el escándalo socialista ante las palabras de los obispos. Pero también ante las de sus contrincantes políticos, las de todo aquél que no piense como ellos: la diversidad en la vida pública resta poder. La democracia (aunque se trate de un simulacro como el que vivimos) amenaza contínuamente con quitar el poder. La libertad de expresión del otro y sus ideas restan poder y contundencia a las mías. El disidente siempre tinta con la duda la solidez de la verdad oficial.
No, los socialistas no están escandalizados, no sólo. Los socialistas están aterrorizados ante la idea de volver a perder el PODER. Porque en realidad, la LIBERTAD (la suya, querido lector) les importa un bledo.
La libertad de expresión, o es para todos o no es. Y quien no lo vea así es, simplemente, un totalitarista. O un islamista. O un opusdeísta, o un pzoista repentinamente anticlerical, o …
Aunque la izquierda lleva tiempo pregonando que la Iglesia es un cero a la izquierda, hay que ver como se apresuran a cerrar la brecha. Y todos a una, con Llamazares de mamporrero.
Que la Iglesia católica es uno de los pocos focos de moralidad no queda la menor duda al oir a esta jauría. Y lo dice alguien que no es en absoluto religioso.
Termino: la libertad de expresión se está convirtiendo en un derecho que el poder administra a su antojo y cuando le conviene.
Salud y libertad.
(*), aunque hablen algunos, no hay foro que recoja sus palabras. El panorama de los medios de comunicación en España es desolador, un erial de nula calidad anegado de sectarismo.
De momento tenemos la red…
Lo peor de esta sociedad no es que hablen los obispos, lo peor es que sólamente hablen ellos.