Dos milenios después de Jesús, 1400 años después de Mahoma, una nueva fe comienza a conquistar los corazones y los cerebros del mundo occidental. Esta religión, el “Climatismo”, aparece sin “Bautistas” ni “Pablos”, pues la modernidad ha impuesto el estilo Wikipedia: todos somos sabios, todos iluminados.
Una nueva fe? No hace mucho un colega me comentaba con tono de estar muy seguro: “que hemos causado el cambio climático es absolutamente incontestable, nadie lo duda hoy”, afirmación esta que es en sí misma un “acto de fe”. Pero mis sospechas terminaron de confirmarse con la aparición de los “climaescépticos”, la versión moderna del hereje. Peor aún, ya se habla de “negacionistas”, término éste acuñado frente a los que niegan la existencia del Holocausto judío y que, aplicado a los “climaescépticos”, es una infamia imperdonable.
Si alguno de ustedes conoce el Hotel Gaia, cerca de San Francisco, sabrá que en la mesita de noche no encontrará un ejemplar de la Biblia. “An Inconvenient Truth“, el best-seller de Al Gore ocupa ahora el lugar destinado a la oración y el recogimiento.
Permítanme invitarles a reflexionar conmigo sobre las similitudes psicoestrucuturales entre la fe en dios (con minuscula, este no es un artículo antirreligioso) y el Climatismo. Cómo funciona una Religión, por ejemplo, la judeo-cristiana?
Lo primero que necesita es un Profeta; uno que, como Isaías, haga llover del cielo azufre y fuego, que denuncie los pecados, que exija penitencia y conversión. “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados!” amonestaba Isaías en el primer capítlo de su libro. Escuchemos a Al Gore: “Nosotros los Americanos hemos pecado … debemos hacer penitencia renunciando a nuestra comodidad”
En un siguiente paso, toda religión ha de amenazar con un Apocalipsis. Vean el Nuevo Testamento y las revelaciones de Juan, por ejemplo. El Apocalipsis no ha de ser necesariamente la lucha final entre los Hijos de la Luz y los de las Tinieblas, entre Gog y Magog. Lo verdaderamente fundamental es que la religión se sirve de los miedos más profundos y ancestrales que se conocen. Ya existían en tiempos de Moisés: el diluvio, las sequías, los incendios, las plagas. Curiosamente los mismos argumentos utilizados por el Climatismo para presentar su moderno Apocalipsis: subida del nivel del mar, inundaciones, desertización, y lo que quede después de todo eso será barrido por los huracanes.
Pero en toda religión hay también esperanza y redención. El fuego caído del cielo eliminará el Mal de la faz de la tierra. Al mar de llamas serán arrojados sólo quienes no estén recogidos en el “libro de la vida”. Quien confiesa sus pecados, se arrepiente y cumple penitencia será salvado. Y en el Climatismo? La redención llega por vía de la renuncia. Hemos saqueado el tercer Mundo, dilapidado los recursos de la madre tierra, nos hemos arrodillado ante el becerro dorado del consumismo y el castigo es el “Calentamiento Global”. Arrepintámonos, hagamos penitencia: renunciemos a los coches, a los viajes, al aire acondicionado, a la carne. Compremos bulas en forma de “certificados de CO2”.
Toda religió tiene también sus signos premonitores. Si leen a Juan verán descritos los fenómenos que precederán al día final: el sol se oscurecerá, la luna se tornará en sangre. Hoy nos basta con seguir atentamente al hombre del tiempo, quien nos presenta los datos con la misma carga poética que en su día usasen Isaías y Juan. Sin reparar en evidencias, demasiada nieve es culpa del cambio climatico, pero su ausencia también. Demasiada lluvia, pero su ausencia también. Inviernos suaves, pero los duros y fríos también.
Y es que el Profeta, en su legítimo derecho a expresar su ira, puede mentir un poco de vez en cuando. Qué importa si los osos polares no desaparecen o la corriente del Golfo no se detiene? Son detalles sin importancia ante el verdadero objeto de la denuncia, nimiedades al lado de lo que realmente importa: el fin del mundo. Se trata de miedo y fe.
Y justamente ahí, en el miedo y la fe, encontramos la línea que separa al creyente del hereje, al “nuestro” del “extraño”. Es el triunfo de la con-ciencia sobre la ciencia, del creer frente al saber. Si el calentamiento global es progresivo o cíclico, antropogénico o natural, debido al CO2 o no … son las grandes cuestiones del siglo XXI. Pero no son cuestiones de fe. La fe es un castillo inmóvil plantado sobre una certeza absoluta. La ciencia no conoce certezas absolutas. Al menos no mientras existan dudas razonables. No mientras los científicos realicen lo que mejor saben hacer: dar rienda suelta a su curiosidad e inteligencia para poner en tela de juicio incluso sus propias teorías. La ciencia es debate entre iguales. La fe no admite debate y genera desiguales: el creyente bueno y el hereje condenado al infierno.
Gracias por los enlaces. Muy interesantes.
Dos artículos nuevos, ambos de climatólogos de universidades americanas, versan sobre la imposibilidad de predecir con precisión el cambio climático. Claro que ZAl GoreZ lo tiene claro y se hace millonario con ella y a costa del herario público español.
Estos son los artículos (en Inglés):
El clima es demasiado complejo para predicciones precisas (Universidad de Colorado)
Guste o no, incertidumbre y cambio climático van mano con mano (Universidad de Washington)
Mientras tanto seguirán censurando a los científicos que afirman que el calentamiento o enfriamiento climático no tiene nada que ver con los gases atmosféricos emitidos por el hombre e incluso que no existe ningún efecto invernadero causado por los gases atmosféricos como ya está señalado desde hace más de un siglo pues sería incompatible con la Termodinámica.
Como siempre nuestro dinero tirado a la basura por el batallón de progres van permanentemente declarándose Quijotes de alguna causa perdida para empeorarla. En este caso nuestro dinero estaría mejor invertido por quienes lo crearon, las empresas y los empresarios, en crecimiento económico y su consiguiente progreso técnico y científico, que en luchar contra molinos fantasmas.
El clima es demasiado complejo para predecirlo
Resumen:
Yo soy el Cambio Climático y AlGore es mi profeta.
😀
Magnífico post.
Dices muy bien Luis; en una religión hacen falta los herejes, los contrarios.
Hasta Dios tiene su Lucifer
Festivamente, La Zienzia o, al menos, todo lo que se pretende hacer pasar por tal, ha venido funcionando desgraciadamente entre el laicismo laico lai como algo parecido al fetiche del heliotropo o cuarzo verde con manchas rojas, al cual se atribuía la virtud de hacer invisible y mágico, efectivo y omnirresolutor, a todo aquel que lo llevara consigo.
La verdad es que la gente no podrá olvidar del todo la religión mientras necesite verdadero amor y verdadera experiencia de sentido, en lo cual siempre ha estado el meollo de la cuestión, a pesar de todos los pesares. Como decía Gª Márquez, necesito que me quieran para no morirme, anhelo lo profundo y lo definitivo y a los osos polares les pueden ir dando.
Joer Luis,
si me lo rebajas de profeta a apestoso filisteo por muy grande que sea, se queda en nada muy pronto.
Hmmm, Crispal… como tú no puedes comprar bulas (certificados de CO2) lo mejor es que pases por el cepillo de hacienda y pages impuestos. Ah! y calles la boca. Si callas y pagas, nadie te mandará a la hoguera 🙂
Oh, Dios mío, yo soy hereje ¿qué puedo hacer para redimirme? 😉
Estás seguro que no quieres hacer de David? 😉
Luis,
en esta película yo quiero salir de romano y de Herodes. Alguna Herodías para ponerlo en bandeja?. 😛
De todas formas la ciencia en general,(no sólo la climática), de mano de sus admiradores(que no suelen ser cultivadores), tiene un halo de misticismo que cada vez es más difícil confundirlo con la Fé en la ciencia. De hecho, la mayoría de la gente que se confiesa “pastafarista” o escéptica con hechos paranormales, luego tienen una alucinante fé en la ciencia, y en este caso, en el consenso.
Aunque claro, en este caso hay miles de millones de por medio para luchar contra el fantasma.