Llevamos unos días discutiendo sobre conceptos como Nación, Federalisdmo, Independencia, derecho de secesión. En un comentario a uno de estos posts, frente a la propuesta de adoptar un modelo legal semejante al canadiense, GA respondía que desde la celebración del famoso referéndum de Quebec, los canadienses se mostraban unidos como nunca. Que habían desaparecido las tensiones internas y el chantaje independentista.
¿No podría ser esa, pues, una solución a nuestra contínua situación de extorsión por parte de los nacionalistas?
Leo en el blog Noches Confusas en el Siglo XXI, del amigo Berlín Smith, dos artículos en los que nos presenta la ley canadiense y las soluciones que aquella propone. Se titulan «La claridad vista desde Canadá I y II» y les dejo con un par de extractos a discutir:
Ahora que tienen su propio parlamento, menos personas en Escocia desean una ruptura completa con Londres. Las demandas de Quebec por la independencia han sido hasta cierto punto apartadas por la Ley de Claridad de Canadá del año 2000, que establece un procedimiento por el cual Ottawa negociaría con cualquier provincia que vote en favor de la independencia con una clara mayoría.
Precisamente porque la existencia en España de autonomías muy profundas con parlamentos bastante más poderosos que el escocés no ha sido suficiente para calmar o saciar los anhelos y aspiraciones de muchos nacionalistas locales, y dado que muchas de esas aspiraciones no se pueden resolver por el mecanismo permanente de reinvindicación-agravio hasta el infinito, debiera ser necesario afrontar la segunda parte: cómo articular la forma de llevar a cabo la secesión. Nada más y nada menos que lo que resuelve la apasionante Ley de Claridad de Canadá.
La ley de la claridad es una respuesta para evitar una declaración unilateral de independencia que no cuente con la suficiente nitidez para advertir una voluntad inequívoca de una población a la secesión sobre las bases de una pregunta clara y no un desvío como el votar acerca de una ley previa que va en contra del marco jurídico. Es una ley en contra de hacerlo así pero que, precisamente, no impide la secesión si se dan esas condiciones. Es decir, asume que un estado democrático no puede oponerse a la voluntad de un grupo de ciudadanos que desean salirse del marco, pero establece unas reglas para hacerlo que no son, ya lo verán, del agrado de las doctrinas nacionalistas, no porque lo impida, sino porque se basan en la voluntad de la gente a plantemientos claros, con todas las partes en juego implicadas y sin recurrir a elementos míticos o tribales para justificarla.
Creo que conocemos todos referencias similares. Un día un pueblo de larga tradición lleno de momentos míticos del pasado, de un pasado muy lejano, descubre que ha sido traicionado por los otros, que no hablan igual. Se descubre con palabras emocionadas (¡la hora de la historia!, póngale cualquier ópera de Wagner de fondo). Por supuesto se habla de tradición, tierra, una lengua pegada a la tierra y, como la realidad es otra, se reconoce el esfuerzo de los que vinieron de otra tierra y hablan otra lengua para decirnos que está muy bien pero que no vale, aunque contamos con vosotros, muchachos. Por supuesto, y disculpen nuestros nacionalistas locales que sea irónico al contarlo, existen argumentos serios (incluso muy serios) para que se encuentren motivos para recrear el cuento y la leyenda. Todo esto nos suena a Sabino un montón, la sombra del árbol en la que los junteros deciden sus leyes superdemocráticas y maravillosas en un mundo donde todo el mundo habla euskera. O podemos seguir con los mil años de Cataluña, o que es catalán todo el que vive y trabaja en Cataluña, no sólo los pata negra. Ya saben lo que pienso: ninguno de los de hoy estábamos allí, el presente no se parece a ese pasado, que la tierra no tiene derechos por sí misma, como no existen los derechos colectivos… existen los derechos individuales.
Las negritas son mías.
Uy Uy UY esto es muy Spanish poner ejemplos de otro pais sin saber mucho. Canada esta hoy mejor que cuando estuve trabajando alli en Montreal en 1990 gracias a la derrota de los independentistas de Quebec. Despues del 97 al 99 trabaje desde Londres para una gran empresa canadiense con base en Toronto y os puedo decir que Canada no es ningun modelo como tal sino que el Canadian es muy affable, buena gente, no habla tanta como el americano y saben que lo de Quebec no tiene sentido. Pero en España que haya gente que vote al PSOE, partido corrupto donde los haya, lo dice todo. Es la diferencia entre ellos y nosotros, gente tolerante que nunca de talante la gran gilipollez de nuestra historia.
Del mismo modo que Luis I Gómez suele enlazar al Yuste y AMDG, a Bueno y compañeros materialistas, yo, que no soy nadie aquí, traigo a este señor:
«Las urnas no lo son todo en un país y la voz de los ciudadanos tiene muchos cauces de expresión que hay que oír y respetar.
Cuando se llega a una situación en la que están en juego los cimientos de la sociedad y se proponen cambios que afectan profundamente a un sector grande de la población, entonces al poder legislativo en el que reside la soberanía nacional y que legítimamente actúa respondiendo a la voluntad popular, manifestada en las urnas, le es necesario algo más que una mayoría que puede ser exigua y ocasional. Si queremos mantener la concordia a largo plazo y no enfrentar las conciencias poniéndolas en la tentación de ulteriores revanchas, hay que llegar a consensos razonados.
Siendo absolutamente necesaria la legalidad jurídico-formal, hay que mirar también a las realidades de fondo, a las dimensiones últimas de la vida humana, a las consecuencias a largo plazo sobre anchos sectores de la sociedad. Una democracia es fecunda cuando atiende también a esta lógica moral y no sólo a la lógica matemática.”
– Olegario González.
Al mismo tiempo que se trabaja por regenerar la nación española, ha de acometerse la realización de un gran pacto político para solucionar nuestro problema de organización territorial del Estado. Para que podamos resolverlo sin llegara a los traumas que en otro caso debamos temer puedan producirse.
Pero cuando yo hablo de pacto, no me refiero a simples acuerdos entre partidos, como los que se celebran para las investiduras de presidente del gobierno o las de aprobación de los presupuestos; ni siquiera pienso en cosas tales como los llamados «pactos de legislatura». Estoy hablando de un gran pacto de cierre del modelo de Estado, que tiene que venir impuesto y preparado por la base social, por la intelectualidad, por eso que suele llamarse la sociedad civil, por los ciudadanos que no sabemos ni tenemos por que saber de ciencia constitucional (*) y luego instrumentado por los políticos con el apoyo social.
Tenemos que ser capaces de incorporar al proyecto a mucha gente, asociaciones, colectivos, organizaciones sociales de toda clase. Esto requiere paciencia, esfuerzo, generosidad y mucha pedagogía. La perseverancia es un fruto de raiz muy amarga pero de fruto dulcísimo. Estamos a mitad de legislatura y, como a un Sansón rasurado, el templo se le cae encima a Zapatitos. Cuidado con los efectos colaterales.
Hablo de ensanchar nuestro territorio y cubrir los flancos. Si lo hacemos no ocurrirá lo que en Rocroi (mayo de 1643) en que los Tercios fueron batidos por el flanco izquierdo que mandaba el duque de Alburquerque.
Lo que propongo es que abramos desde ya un gran proceso de reflexión social demorando por ahora cualquier modificación estatutaria o exigencia análoga, al final del cual se llegue al gran pacto político, como una fase consecuente, que valore con mucha claridad las desventajas y los riesgos que para todos tiene el no resolver las cuestiones planteadas.
Evidentemente los nacionalistas, incluidos sus cadáveres políticos, desean que el modelo de Estado permanezca indefinidamente abierto; y es natural que así lo deseen, porque les permite seguir la dinámica que tanto les favorece a algunas regiones. Respetando sus puntos de vista, ha de aclararse que quien ha de determinar si el proceso se cierra o no, es el pueblo español, y no ningún partido periférico, y no ningún partido periférico. Y yo pienso que el pueblo español, el titular de la soberanía nacional reclama que el pacto ha de ser para llegara a un punto final; el que sea, pero determinando su tope de un modo muy preciso; nunca más el proceso descabelladamente abierto que llevamos.
Y llevando las cosas al extremo que algunos locutores de radio (no sé si se lo creen, espero que no porque dejaría de leer LD) pretenden, otorgar la independencia a algunas CCAA, es decir, consentir a la desintegración del Estado porque estamos muy enfadados, además de privarnos de nuestra gran palanca de fuerza y progreso frente a nuestrso adorables vecinos, no cerraría el proceso ni eliminaría este concreto problema ya que se produciría un efecto de emulación impredecible (Aragón, Canarias, Galicia, ¿Cartagena?) además de dar paso a nuevos conflictos inevitables cuando las nuevas entidades pretendiesen ampliar sus fronteras en Valencia Baleares, Navarra, etc.
En todo caso debe quedar claro de una vez un reparto de competencias que, por reconocer la existencia de un interés común español (**) distinto de la mera suma o coordinación de los intereses de las CCAA, es decir, por respetar la existencia de la nación española, mantenga un Estado central con los poderes efectivos propios, en calidad y en cantidad, de un Estado Federal.
Esto es de cajón, creo, y si se plantea al pueblo con crudeza y no con “talante” será posible llegar a un pacto definitivo razonable.
No faltarán tertulianos que nos pidan esperar. No podemos adaptarnos al ritmo marcado por los calendarios electorales de los politicastros y esperar a una de esas situaciones de gran crisis que sufren los países de cuando en cuando (como la francesa que hizo el cambio hacia la V república con llamada al general De Gaulle) para, en ese momento, hacer la rectificación necesaria y largamente aplazada Si pensamos en el tema, veremos que estamos abocados a una de esas crisis serias que provocan ese tipo de inflexiones ¿es bueno esperar pasivamente a que llegue y correr el riesgo de sus consecuencias?
¿Podemos permitirnos el seguir agravando las condiciones del problema?
+ + + + + + +
(*) Por supuesto que los expertos tienen también derecho a opinar; y deben ser invitados a hacerlo; pero como tales, su colaboración debe ser al servicio de la opinión de la sociedad (para dar forma técnica a la voluntad popular), y no a la inversa. Y tampoco será ocioso precisar que, a día de hoy, tal como hemos montado el Estado, los profesores y constitucionalistas, son realmente funcionarios de las organizaciones autonómicas, lo cual facilita algún sesgo al conjunto de sus criterios; especialmente en quienes ejercen con nombramientos de los últimos quince años.)
(**) Existe un “interés de España”, de modo que “los intereses de España” son elemento decisorio para determinar la cobertura de la Jefatura del Estado en caso de falta de personas llamadas a ejercerla (CE, 57.3), o para dictarse por el Gobierno de la nación las medidas necesarias que incidan en las competencias de las CC.AA. (CE 155.1). ¡A mandar!
Hay muchas razones para considerar que la inmensa mayoría del pueblo español, ese pueblo que en democracia es soberano y respecto del cual los políticos son meros representantes, quiere la subsistencia de España, de la nación española, del Estado español, compatible con que muchos de ellos (como ocurre en mi caso) defendamos también con gran convición la necesidad de ámbitos autonómicos internos.
1.- Lo podemos (y tenemos que) creer así, en primer lugar porque ello es lo que consagra la Constitución, una Constitución que elaboramos en consenso con todas las fuerzas políticas existentes y que fue aprobada por una mayoría apabullante.
2.- Lo podemos creer así, porque ello es lo que nos revelan día a día la calle y las encuestas sociológicas; también en Cataluña, donde una mayoría de ciudadanos, además de catalanes, se consideran españoles.
3.- Lo podemos creer así en función de los contenidos programáticos de lo distintos partidos políticos, ya que los planteamientos cuestionadores de la nación y del estado español sólo se encuentran en algunos (CiU, PNV, Esquerra, BNG… ¡de momento!), cuyos porcentajes de votos sumados suponen una corta minoría del pueblo soberano, mientras que, los que más claramente obtienen 3/4 de los votos, proclaman defender la nación y el Estado español, de acuerdo con sus viejas tradiciones.
3.1 La historia del PSOE es la de un partido que defendió muchas veces la unidad de España y la dignidad del Estado; que en el País Vasco ha producido líderes y militantes ejemplarmente españoles; que en Cataluña, si bien aparecen eclipsados por un grupo de élite burguesa nacionalista (del que proceden los Raventós, Serra, Maragall…) que copó sus puestos dirigentes, tienen una militancia abrumadoramente creyente en España (y, me dicen, bastante desorientada ante el intento de confederalización en curso). Es sintomático el dato de que el socialismo catalán gana siempre las elecciones generales españolas, pero nunca las elecciones autonómicas de Cataluña; que en un territorio como Galicia, que forma parte de eso que se llama las «comunidades históricas», y en una ciudad como La Coruña que disputa a Santiago la cuna de la «galleguidad», cuenta con un alcalde socialista, Francisco Vázquez, que hace manifestaciones públicas y frecuentes de españolismo, como Bono o Ibarra, y que lleva un cuarto de siglo ininterrumpido ganando las elecciones con mayoría absoluta; todo lo cual coincide con los expresan sus votantes en las encuestas.
3.2 Y en cuanto al PP, partido más joven, procede de AP (aunque con un notable proceso de renovación); y AP (de donde provienen Aznar, Rato, Rajoy, Gallardón et altri) mostró sus discrepancias respecto de la Constitución, pero no por centralista, sino porque en su momento les parecdió excesivo el grado de autonomía que otorga su Título VIII.
Ambos partidos hann aceptado plenamente las autonomías regionales y ambos han defendido también el Estado español con denuedo, con muchas ideas y a costa de mucha sangre.
Por ello, si la dinámica política (el verdadero sujeto del «juego» es el juego mismo, no la subjetividad del que juega, Gadamer pixit) los va llevando, más o menos subrepticiamente, a puntos de Estado débil o confederalizado, de nación española realmente inexistente, aunque se respetaran formalmente las leyes (no es el caso), se burla la soberanía popular y, cuando menos, los partidos mayoritarios tienen la obligación de canalizar auténticamente las aspiraciones de la nación, demostrando así que no tenían razón los pensadores marxistas y fascistas cuando decían que la democracia occidental era un engaño.
Pero es que no es un problema social, es un problema político, las aspiraciones de los políticos son totalmente distintas a las de la sociedad. ni si quiera ha habido un proceso electoral en el que se plantee seriamente la secesión o el nuevo estatuto, se lo han inventado los políticos una vez llegados al poder. es una perversión de la democracia